La política italiana afronta un futuro lleno de riesgos después de la dimisión del primer ministro, Giuseppe Conte, y de la consiguiente caída del Gobierno que durante un año han compartido La Liga y el Movimiento 5 Estrellas (M5E), una coalición heteróclita de la extrema derecha con populistas antisistema de variada adscripción ideológica. Antes de someterse a las inclemencias de la moción de censura tramitada por Matteo Salvini, líder de La Liga y viceprimer ministro, Conte ha preferido tomar la iniciativa y atender quizá a la iniciativa del exprimer ministro Matteo Renzi: un Gobierno Conte bis, sostenido a un tiempo por el M5E y el Partido Democrático, centroizquerda socialdemócrata en fase de reconstrucción. Al tomar este camino Conte ha dejado las manos libres al extremista Salvini para abundar en su desprecio por los usos democráticos y por el compromiso con los derechos humanos, convencido de que un adelanto electoral -ahora o dentro de unos meses- le llevará a presidir el Gobierno con el solo apoyo de La Liga o, quizá, con el añadido de Hermanos de Italia, también de ultra derecha. Ahí se ocultan dos riesgos de gran envergadura: que la precariedad de un segundo Gobierno de Conte sea una alternativa inadecuada para afrontar la debilidad económica y que unas elecciones anticipadas den el triunfo a los ultras y sea imposible formar una alternativa.