La última vez (por ahora) ha sido en Bilbao. Seis hombres han sido detenidos acusados de una violación grupal a una joven de 18 años. Cada vez son más frecuentes las violaciones en grupo. Una diría, echando mano de la hemeroteca, que estas situaciones empezaron a conocerse en 2016, con la violación de una joven en Sanfermines por los cinco miembros de La manada. Ese fue el punto de inflexión.

Hasta ese momento estábamos acostumbradas a violadores solitarios -el violador del Eixample, el de las pirámides, el del chándal o el del ascensor-, ahora, como si de una nueva moda se tratara, parece que los violadores se agrupan y se disponen a presumir con sus amigos: tres jóvenes en prisión por violar en Mataró a una chica de 17 años discapacitada; en Cádiz seis menores detenidos por abusar de dos niñas de 12 y 13 años; cuatro hombres acusados de violar en Gran Canaria a una turista; otros 10 detenidos por violar a tres chicas de 14, 15 y 17 años en Alicante.... Este año se han registrado casos todos los meses del primer semestre: son ya al menos 38.

Es más, a la vista de los resultados parece que la cultura de la violación no solo no ha desaparecido, sino que está de moda y que, lejos de entenderse como algo penalizable, sirve para reforzar la virilidad dentro de un grupo de hombres que, para mayor desgracia, cada vez son más jóvenes. Además, la justicia no contempla estas agresiones como violencia de género al no ser las víctimas parejas o exparejas de sus violadores.

Parece que de poco sirve la libertad sexual que le hemos inculcado a nuestros jóvenes, si acaban recurriendo a la violencia. Quizás deberíamos empezar a pensar que la tolerancia social hacia la prostitución, la pornografía y el uso de la mujer en publicidad mucho tiene que ver con todo lo que está sucediendo.

Al fin y al cabo, si las mujeres son un objeto en la publicidad, en la prostitución, en el cine, en la moda, en las revistas del corazón, ¿por qué no lo van a ser también para muchos adolescentes cuando buscan un objeto para jugar?

* Escritora