Hoy quiero rogaros que sentéis las bases de la supervivencia; que seáis capaces de superar complejos y rivalidades absurdas para darme el lugar que me merezco. Todo lo que suma, nunca resta, aunque vivís pensando más en dividir que en multiplicar. Soy historia vestida de leyenda. Soy leyenda donde anida la historia. Tantísimas civilizaciones han peleado por mí, por considerarme estratégica. He sido como de poetas, pintores y arquitectos (entre otros muchos), pero también lo soy luchadores incansables por mi causa.

Hoy quiero deciros que yo nunca entendí de colores políticos. Porque he sido romana, musulmana y cristiana y nunca he vivido tanto desasosiego. El enfrentamiento como negocio, como disfraz de la mediocridad, como oficio... Nadie se da cuenta de que sois como los viajeros del Orient Express en aquella novela de Agatha Christie: no peleáis por salvar a la víctima, sino por evitar ser acusados de ser quién primero la apuñaló. Hace poco leí a una política decir: «Imaginad una actividad donde todas las personas implicadas se insultan constantemente. Así es imposible trabajar».

Hoy quiero rebelarme contra los usurpadores de la historia para usarla como adalid de violencia. Aún sangran mis heridas de ver como os enfrentáis sin medida. ¿Quién fue el primero en empezar esta escalada? Da igual. Solo quiero deciros que cuando un barco tiene vías de agua, hay que taponarlas, antes de tirar al capitán por la borda.

Soy historia. Soy hoteles con encanto y callejas de ensueño. Pero también soy polígonos industriales que esperan el fomento de empresas. Soy cada autónomo que sube la persiana de su negocio sin saber si la abrirá al día siguiente. Soy cada jubilado que acompaña a sus nietos al colegio, mientras sus padres encadenan trabajos precarios. Ayudadme a que nunca caiga en la desesperanza, evitad ponedme zancadillas.

Soy aquella ciudad que cruza un río y debería ser lo único que nos divide. Soy Córdoba y éste es mi manifiesto vital.

* Escritor