Era seguro. Totalmente seguro. Al menos eso le dijo Bermu. Él tenía que ir a lo suyo, aprovechar la oportunidad, dejarse de tonterías porque hay trenes que pasan por tu vida una sola vez, Rubén, y tú sabes muy bien lo que es esta categoría, venga carretera y venga campos penosos y venga meses sin cobrar. ¿Y si la cosa canta mucho? No le des más vueltas, Rubén, ¿tú crees que yo te metería en algo que fuera peligroso? ¿Cuántos años hace que nos conocemos, Rubén? Anda, anda... Tira para el vestuario y tú como si nada.

Al fin y al cabo la sorpresa siempre puede surgir en un campo de fútbol. Que el inofensivo colista del grupo décimo de tercera división vaya ganando 0-1 al líder en el descanso no es tan raro. Bueno, un poco raro sí. Por eso la victoria a domicilio del Moncada podía reportar un suculento beneficio a ciertos apostantes bien informados, no muchos, un grupo de expertos que aquella tarde utilizaría mesuradamente la misma página de Chipre para ganar dinero gracias al error de un veterano portero en un campo más bien pequeño de césped artificial de la sierra norte de Sevilla.

Seis mil euritos. Seis mil euritos por no hacer nada, enfócalo así Rubén, visualízalo. Si vamos ganando no hay tema, pero si por lo que sea vamos empate a cero lo único que tienes que hacer es no hacer nada cuando te tiren alguna medio bien, no pararla, simplemente eso. No hace falta que se te escape, te quedas quieto como si hubiera sido por el sol en la cara... Se van ganando al descanso, luego remontáis y tracatrá, seis mil euritos en el bolsillo, mil para tu amigo Bermu y el resto para tus huevos porque te lo mereces y punto.

Cuando a los diez minutos de partido vio cómo Diego (una máquina) fallaba lo que no solía fallar supo que la posibilidad de un empate a cero al borde del descanso era bastante verosímil. Cuando a los treinta minutos de inactividad bajo la portería vio entrar a Mamen con Pablo sintió más fuerte el puño apretando en la boca del estómago. Se suponía que Pablo estaba con su padre ese fin de semana. Se suponía que Mamen no iba a ir al estadio porque estaba de tardes. Se suponía que Pablo no iba nunca a los partidos (aunque era futbolero) porque después de casi dos años no terminaba de conectar con el novio de su madre. Se suponía que el hijo de su novia no iba a estar en la grada en el minuto cuarenta del primer tiempo comiéndose una bolsa de Ruffles balanceando las piernecillas. Se suponía que él no iba a estirarse tanto para evitar a mano cambiada el inesperado y rentable gol del último equipo de la tabla. Se suponía que él no iba a volar prodigiosamente hasta la escuadra para mantener el empate. Se suponía que él no iba a hacer la parada de su vida justo unos segundos antes de que el árbitro pitara tres veces, justo un instante antes de que el resultado parpadeara novedosamente en decenas de avariciosas pantallas.

* Profesor