Las feministas que procedemos de familias musulmanas estamos acostumbradas a la instrumentalización de nuestras demandas de igualdad por parte de la extrema derecha. Aún me acuerdo de los carteles infames que Josep Anglada colgaba en Vic cuando se presentaba a las elecciones municipales. En ellos apelaba al machismo del «moro» para defender su postura netamente xenófoba. No había tenido contacto alguno con mujeres marroquíes de la ciudad ni había mostrado nunca ningún indicio de feminismo, pero de repente le venía la epifanía de la igualdad y no dudaba ni un momento en esgrimirla a favor de sus intereses electorales. Esto lo hacía Anglada y lo hace el Frente Nacional y todas las ultraderechas europeas. Ahora también lo hace Vox y los ultras que fueron a tomarse la justicia por su mano en El Masnou la semana pasada. Como puede verse en las imágenes de la manifestación de odio y rabia, no había una sola mujer. De hecho, muchos pertenecen al partido que llama «feminazi» a cualquiera que reclame igualdad.

Por tanto, de feministas no tienen nada. Por tanto, les importa un rábano que las mujeres sean o no violadas. De hecho, se trata de los mismos que niegan las violaciones perpetradas por españoles, los mismo que hablan de «ideología de género», quienes quieren acabar con la ley contra la violencia machista y quienes luchan sin tregua para frenar la marea lila.

Ante esta complejidad hay quien aprovecha para manipular y difamar del modo más impune. Los hay que no tardan dos segundos en poner en el mismo saco a mujeres que se juegan la vida para defenderse del patriarcado en el que viven y a los racistas de ultraderecha. Es que, claro, afirman, dices lo mismo que ellos. No importa desde dónde se opine ni cuál es el objetivo que se persigue. Si denunciamos la cultura machista en la que hemos crecido, ¿por qué lo hacemos? Es en este punto donde no valen las reducciones infantiles ni la apelación sin matices a la autocensura. Cállate, no hables de esto o fomentarás el racismo. Como si esta gente necesitara razones, como si les interesara lo más mínimo lo que podamos decir.

No, que no se equivoque nadie, el racismo no acabará con las demandas de igualdad. El racismo es otra de las formas de machismo que tenemos que aguantar. No hay más que ver cuál es la solución que proponen los ultras para solucionar estos problemas: la expulsión en masa sin distinción de edad ni de sexo.

* Escritora