Hce poco más de un mes que se celebraron las elecciones generales y municipales, en algunas regiones las autonómicas, y en todas ellas era la primera vez que, en campaña, los partidos políticos hablaban abiertamente y de forma contundente de los pactos de gobierno. Celebradas dichas convocatorias y a tenor del resultado que cada uno obtuvo, comenzó el juego de los pactos como si de un intercambio de estampitas se tratara, basado en un simple interés partidista de poder. Que no me digan que eso es política porque no es cierto, sobre todo cuando se intenta que el gobierno de la nación o comunidad se haga depender del gobierno de una o varias localidades; un auténtico «toma y daca». Y lo que realmente me irrita es que los políticos intervinientes en ello lo justifiquen en la manida expresión «es lo que los ciudadanos nos han expresado con sus votos», ¡que desfachatez! En las elecciones municipales, el ciudadano tiene el cauce de participación más directo en los asuntos públicos de su ciudad, eligiendo a quienes cree mejor lo pueden hacer, bien porque ya conocen su trayectoria política, profesional o personal, esta última muy importante, o comparten su programa. Y no puede ser que sus representantes elegidos democráticamente no gobiernen porque la dirección del partido esté negociando gobernar en otra ciudad o comunidad que les parece más importante, determinando además así su postura ante el gobierno central. Eso es despreciar a los ciudadanos e incluso a su propio electorado. Afortunadamente, los pactos en nuestra ciudad han dependido exclusivamente de los representantes que de cada partido han sido elegidos aquí, no entrando en ese juego de cambio de cromos que ha dado lugar en otros sitios a posturas incoherentes y tan difíciles de explicar. Ese es que el gran fallo de muchos políticos, el no saber exponer con claridad y transparencia no ya una postura determinada sino los motivos de la misma. Cuando han de decidir en asuntos del Gobierno central, en el que solo cabe un sí o un no, y coincide su posición positiva o negativa por ejemplo con la de los independentistas o nacionalistas, con Bildu o con los extremos de la izquierda y la derecha, se les echa en cara compartir con ellos igual postura, cuando tendrían que salir a exponer que no es así, porque las razones de su decisión son otras muy distintas a las de aquellos.

Es cierto que en política hay situaciones que pueden resultar complicadas explicar, pero les resultaría más fácil si tuvieran en mente y presente constantemente que tal o cual postura se adopta por el interés público general al que se ha de servir con objetividad, no con subjetividad o interés personal. La clave de cualquier decisión está ahí, y muy importante es saberlo explicar. La defensa del verdadero interés general de los ciudadanos, conforme a la ley, es la justificación de las decisiones políticas.

* Abogada