La mayéutica es el método aplicado por Sócrates a través del cual el maestro hace que el alumno, por medio de preguntas, descubra conocimientos. En el ámbito del coaching, que tan de moda se encuentra en la actualidad, la capacidad para realizar preguntas poderosas, preguntas retadoras, que hacen replantear objetivos, comportamientos y actitudes, modos de vida, es también la técnica principal de está habilidad directiva, considerada como un proceso de acompañamiento por el cual se toma conciencia sobre la situación actual para llegar a una situación deseada mediante un recorrido en el que hay que tomar compromisos, hacer planes de acción y superar obstáculos internos y externos. En otras disciplinas, Kant dijo que la pregunta «¿Qué debo hacer?» es una de las cuestiones centrales de la filosofía. En consecuencia, tanto en la mayéutica, en la filosofía como en el coaching, la pregunta es un instrumento clave para hacer progresar a la persona, ya sea alumno, trabajador o directivo.

¿Y en la política? La actualidad política española, marcada por las recientes elecciones, ofrece una buena oportunidad para descubrir de qué manera ha servido para que los ciudadanos descubran nuevos conocimientos y realidades, comprendan mejor los retos que tienen planteados como sociedad y encuentren al político que ha servido y acompañado mejor. Políticos que fundamentan su actividad precisamente en su capacidad de proponer y de preguntar al ciudadano por lo verdaderamente importante, por lo que les interesa de verdad, de saber obtener lo mejor de la sociedad para plantear programas, retos y desafíos que la mejoren. El buen político que sabe realizar las preguntas adecuadas es conocedor de que su interlocutor, el ciudadano, es el que tiene las mejores respuestas para sus preguntas, que huye del dogmatismo, del adoctrinamiento, de los cantos de sirena y de las promesas fáciles que a muchos gusta escuchar. Por tanto, la mayéutica aplicada a la política consiste en una metodología que ayuda a fomentar en el ciudadano la creación de una actitud crítica ante los problemas reales de la sociedad, de contar con ciudadanos libres y comprometidos, propios de una democracia madura.

En el ámbito de la educación, se dice que la práctica de la mayéutica ha demostrado que lo razonado se aprende mejor que lo meramente memorizado. Por eso la principal función de la buena política no es dar respuestas a los ciudadanos, sino suscitar en ellos inquietudes y dudas, anhelos y deseos de mejorar, para que sean ciudadanos responsables y activos. Si algo caracteriza al buen político es la capacidad de plantear propuestas y soluciones a los problemas que tiene la sociedad, buscando siempre acciones eficaces para ejecutar. Esas propuestas son en el fondo preguntas a la ciudadanía. Las preguntas tratan de «iluminar» ciertas áreas o zonas desconocidas hasta el momento por la persona. Para lograr ese objetivo las preguntas ayudan a generar espacios de reflexión a partir de los cuales saldrán las respuestas y acciones necesarias. A través de las preguntas el político compromete al ciudadano a conectar temas, a elaborar respuestas, a recordar conceptos, a actualizar experiencias o a calcular consecuencias. El ciudadano se ve obligado a elaborar respuestas que implican una reflexión y una reestructuración de sus conceptos y sus valores. La profundidad de las preguntas ayuda a ampliar los espacios de reflexión y a generar una nueva mirada, una nueva perspectiva que lo impulsará a tomar acciones beneficiosas para la sociedad. Esa reflexión hace que su aprendizaje sea significativo y tenga sentido.

En el método socrático el maestro no inculca al alumno el conocimiento, por considerar que su mente no es un cajón vacío en el que se puedan depositar diferentes materias; por el contrario, es el alumno quien extrae de sí mismo el conocimiento. De igual forma, mediante preguntas, el buen político ayuda a que aflore el saber en el ciudadano mediante respuestas responsables, pretendiendo que el ciudadano cobre conciencia de su situación personal y de la sociedad en la que vive, para así aprender a tomar decisiones consistentes, participando socialmente y votando responsablemente.

No estaría mal que la famosa frase de Sócrates que se grabó en el frontón del templo de Delfos, «Conócete a ti mismo», deba estar presente en cada uno de los ciudadanos, para así tratar de afanarse en el descubrimiento de la verdad interna en sincero diálogo (y no sólo cada cuatro años) con los políticos que les representan. Frente a tanta disputa estéril en la política, reivindiquemos un diálogo auténtico, un debate (disputatio, según Aristóteles) que no era aquel por el que uno humillaba al otro, sino que fruto del debate, ahora tan importante por la necesidad de pactos, afloraba una única verdad conforme a ambas posturas que beneficie a todos.

* Profesor asociado de la Universidad de Córdoba