Lo cierto es que las imágenes de políticos separatistas catalanes, en prisión desde hace más de un año, asistiendo como protagonistas estelares a la constitución del Congreso de los Diputados y el Senado de la XIII Legislatura, chocan demasiado; enfurecen a muchos y dejan pasmados a otros tantos. Solo sus votantes, y esas otras gentes que viven del sabotaje de la democracia, estarán satisfechos: un triunfo ante tanta villanía española, pensarán.

Pero es igualmente cierto también que las fuerzas del orden los transportaron desde la cárcel a las Cámaras porque la ley así lo prevé. Junqueras y su grupo no fueron nunca polizones en las Cortes. Claro que la oposición política y nuestra retina no querían saber nada de ello. ¡Fuera golpistas!; ¡Batet no aceptes sus ridículas promesas! (comentaristas políticos muy respetables hay que los llaman perjuros); suspéndalos de sus funciones ya!

Así comienza la nueva legislatura, con un baile de rock duro y macabro y un exagerado postureo político llevado casi al extremo. La presidenta del Congreso --más templada que ninguno y descalificada en el minuto uno de su ejercicio-- manifiesta dudas jurídicas: entiende ella y la mayoría de la Mesa (PSOE y Unidas Podemos) que la suspensión de funciones debe venir del Tribunal Supremo, y le pide su opinión de manera urgente. El parecer de la máxima instancia judicial del Estado afirmando que esa decisión corresponde a la Cámaras legislativas aclara lo que ha de hacerse y la suspensión de los diputados tiene la garantía de que se ha producido conforme a Derecho, como desde el primer momento quiso la presidenta del Congreso.

Más allá del esperpento sofocante de contemplar en día de gala las figuras risueñas y nerviosas de estos atorrantes, el suceso nos trae otras semánticas pues la democracia tiene «el pequeño defecto» de que está obligada a cumplir las leyes y, al ejercitarse los ciudadanos en libertad plena, en infinidad de ocasiones se producen sucesos o acontecimientos que a la mayoría no gustaría haber presenciado nunca. El afán, no obstante, de los políticos en liza es cómo sacar tajada electoral del momento. La derecha, al tratar de confundir al personal insistiendo en que todo se debe al interés de Pedro Sánchez por asegurarse el voto independentista para su investidura, y la izquierda, procurando que la difícil entente con el catalanismo separatista no derrape desde el principio.

El problema catalán se mantuvo menos bravo en la campaña de municipales y autonómicas que en la anterior de generales. Algunos llegaron a concluir en consecuencia que lo más probable era que ya no llegara a influir tanto en la orientación del voto. Pues bien, en las vísperas del 26-M sobrevino el diluvio. Esta claro que los españoles no sabemos vivir sin la amenaza permanente de un demonio gigante. En el ya remoto siglo XIX, los liberales fueron los hijos de Belcebú; con Franco, la masonería y el comunismo; ETA después; el separatismo catalán es nuestro Judas del momento.

* Periodista