Recoge Solano Márquez en su libro La Córdoba de Antonio Cruz Conde. El alcalde que cambió la ciudad, la siguiente cita del periodista Rafael Gago en el Diario de Córdoba del mes de noviembre de 1951: «El apellido Cruz Conde va ligado a las grandes reformas de la capital». Y el gran cambio en la fisonomía de Córdoba lo enmarca Ponce Alberca (Del poder y sus sombras. José Cruz Conde (1878-1939) cuando al frente de la Alcaldía «supo emplazar los cimientos del porvenir al asegurar el abastecimiento de aguas mediante el pantano del Guadalmellato». Continuando en la mejora del mismo sus sobrinos Alfonso y Antonio --considerado el mejor alcalde de Córdoba-- hasta la construcción de los depósitos de aguas potables de Villa Azul; agua de la que venimos disfrutado los cordobeses con un excelente nivel de calidad (incluso en la época del «fino Anguita») y en periodos de rigurosa sequía. Otras reformas se sitúan en el terreno urbanístico: avenida Vallellano, plaza de las Tendillas, restauración de las murallas de la puerta de Almodóvar hasta el Campo Santo de los mártires, Hotel Córdoba Palace, Parador La Arruzafa... Todo esto y más es lo que el gobierno municipal quiere borrar de la memoria de Córdoba quitando nombres del callejero. Claro que al acercarse las municipales, la alcaldesa se ha desmarcado de los concejales de Urbanismo y Hacienda en su obsesión enfermiza por cambiar el callejero; concejales que precisamente han hecho una gestión nefasta en estos cuatro años. No conviene olvidar que la última responsable de dicha gestión es la alcaldesa. De momento han conseguido dejar a oscuras la calle Cruz Conde y aledañas y el casco histórico. En fin, un gobierno municipal sin luces. Y esa obsesión enfermiza por cambiar el callejero contrasta con las palabras de la entonces alcaldesa Rosa Aguilar recogidas en el prólogo del libro Antonio Cruz Conde y Córdoba. Memoria de una gestión pública (1951-1967), de Primo Jurado: «... La vida de Antonio Cruz Conde es parte de nuestro pasado. Un pasado que debemos conocer y respetar porque es a la vez futuro». No es nada nuevo quitarle una calle a personas que contribuyeron a la prosperidad de su ciudad y sus habitantes. En el archivo de mi abuelo José Tomás Valverde --que custodia mi padre-- se conserva una Carta Abierta dirigida a su incondicional amigo José Cruz Conde publicada en el periódico Informaciones del 2 de marzo de 1930 en la que daba cuenta de la «destrucción de dos pilastras que ostentaban el nombre de usted en la calle que se abrió en este pueblo --Priego de Córdoba, de cuyo Ayuntamiento era alcalde-- en 1927». Continúa: «Ya borraron el nombre de usted y creen, los ilusos, que con ello han conseguido borrar su obra. Se equivocan. Como se equivocaría el que confundiera a los autores de esa salvajada, con el sentir colectivo de esta ciudad». A modo de apostilla, el periódico glosa la siguiente frase del político Sánchez Guerra, enemigo de la Dictadura primoriverista: «Me repugnan más los valientes del momento, que los cobardes de antes. Entre aquellos clasifico a los que quitan lápidas y hacen otras cosas por el estilo». Ahí queda eso. Me reafirmo en mi insumisión ante el cambio en el callejero.

Las consecuencias de estos cuatro años han sido que no ha habido gobierno en la ciudad ni inversiones públicas que hayan generado puestos de trabajo. Rectifico: la única reforma urbanística ha sido la construcción de carriles bici para que las bicicletas vayan por las aceras y por calles en dirección contraria. También convertir el Centro en una ratonera.

La cuenta de resultados ha sido 46,5 millones de euros en Tesorería --beneficio municipal-- y 110 millones de euros en Caja. ¿Para qué quieren el dinero guardado con las carencias de todo tipo que hay en la ciudad? Esta manera «ambrosiana» de gestionar --no confundir con el banco italiano-- contrasta con la que defendía en su momento José Cruz Conde a la hora de acudir al préstamo extraordinario para afrontar obras locales: «No consiste la economía municipal en gastar poco, cobrar mucho y atesorar recursos inactivos. Los del público deben volver al pueblo en forma de mejora y bienestar que propugnen su desarrollo y progreso; y no será el mejor Ayuntamiento el que cobre más y gaste menos, cumplirá exactamente con su obligación el que cobrando lo justo lo gaste todo en empresas que contribuyan a la prosperidad, bienestar y progreso colectivo del pueblo que administre».

Termino. El «gobierno de las personas» poco a casi nada ha hecho. Una muestra. En la avenida del Brillante, entre El Puentecillo y la plaza de la Constancia, no hay un solo banco en el que poder sentarse a descansar, leer, conversar... Ítem más. A pesar de la renovación de la flota de Aucorsa iniciada hace años, todavía hacen las líneas Renfe-Sansueña y Renfe-Brillante autobuses con matrícula ¡AU y AX! Si la alcaldesa y su gobierno han contribuido a la «prosperidad, bienestar y progreso colectivo» de la ciudad que han administrado, lo decidiremos los cordobeses el próximo 26 de mayo.

* Abogado