Una vez más, nos volvemos a encontrar ante momentos trascendentales para nuestras vidas, aunque su especial relevancia se ha tornado en insustancialidad. Me refiero a los próximos comicios de abril y mayo. Desde el pasado 2 de diciembre poco o nada ha cambiado en el modus operandi de las fuerzas políticas, razón por la que se explica en gran manera esa insustancialidad. El peligro inherente que tiene este hartazgo generalizado en la sociedad parece no ser visto por nadie, quizás, por la falta de liderazgo existente. La mediocridad se suple con el miedo, sembrando odio en vez de encuentro, distorsionando la realidad con mentiras. O peor aún, medias verdades. Afirmaciones que se dicen de manera pública y con una falta de respeto inquietante. Son constantes las alusiones a la Constitución, la bandera o a la patria. Todo ello, bien aderezado con miedo y odio. Pues bien, ante esto he de decir que la ley de deberes y derechos fundamentales de las personas habla por y para las personas. De deberes sí, pero ante todo de derechos fundamentales, incumplidos en muchas ocasiones. La Constitución fue creada, básicamente, para mejorar la vida de las personas, dando equidad, justicia y un largo etc. de normas para regular la vida de los ciudadanos de un país. Sin embargo, ante esto nos encerramos en hablar de los símbolos y olvidamos a las personas.

En cuanto a la bandera, ¿de qué sirve una bandera si representara a un país vacío? La bandera aglutina bajo ella a toda la ciudadanía de un territorio. Ahí está el matiz, «Ciudadanía», pero solo nos dedicamos a hablar del símbolo y no de las personas que le dan entidad y grandeza. Hablar del continente sin tener en cuenta el contenido. En cuanto a la patria, en mi opinión, no hay mayor patriota que el que defiende a sus semejantes. En este país, algunos denominan «patriota» a personas que defienden símbolos, no lo sustancial de estos símbolos. Me gustaría una expresión de patriotismo donde se hablara de las personas, de las que están pasando penurias, de las que se han quedado sin futuro cierto, de los jóvenes, las mujeres, los inmigrantes, los niños, los mayores, del empleo, de las pensiones, la justicia social o la solidaridad. En definitiva, de «personas» y no de cosas exánimes.

Cuando hablemos de personas y de cubrir sus necesidades y anhelos, de protegerlos, de garantizarles un futuro a ellos y a sus descendientes, entonces, los comicios volverán a ser vistos como algo crucial. Que sigan abonando el campo con estiércol, que quizás, cuando la mala hierba nos ahogue, no quiero imaginar las soluciones.

* Secretario general de UGT Córdoba