Escribía, hace ya algunos días, en las redes sociales, que generales, municipales y europeas me iban a permitir, por primera vez, votar en función de la calidad, evidentemente subjetiva, de los candidatos que cada partido presentase por la provincia de Córdoba.

Hasta ahora lo he hecho, debo reconocerlo, bien por las siglas de los partidos, por sus programas o incluso por los líderes nacionales de los mismos.

¿Qué me ha llevado a ese cambio sustancial a la hora de votar? Tres motivos fundamentales.

Por una parte, la constatación de que los partidos, todos ellos sin excepción, se han convertido en estructuras muy similares, en las que brilla por su ausencia la democracia interna (algo objetivable en cualquiera de ellos), con organigramas de poder absolutamente piramidales, en las que el afiliado solo cuenta a la hora de pagar una cuota, apoyar una campaña o emitir un voto.

Por otra parte, el apartado de los programas. Distintos entre ellos en asuntos muy concretos, eso sí, con una carga muy electoralista en cada caso, pero sobre los que no se establece garantía alguna de cumplimiento, como los tiempos pasados han venido demostrándonos.

Y, por último, los líderes. Es cierto, la sociedad, la española y el resto de ellas, necesita de liderazgos que la gestionen. Huir de ello es desconocer al propio ser humano y su organización social. Pero es que España, a lo largo de los últimos años, adolece de escasez de liderazgos sólidos sobre los que depositar la confianza de todo un Estado, tal vez porque los liderazgos vigentes se han edificado sobre tramas de poder muy débiles y escasamente cualificadas, que pueden quebrarse al primer ejercicio de presión.

Por ello que recurra a la apuesta, reconozco que baldía, de buscar, entre aquellos a los que directamente pueda votar, a los mejores, para así quedarme al menos con la tranquilidad de haber ejercido responsablemente mi derecho a votar.

Y he hablado de ejercicio baldío porque yo, mejor que otros, que he sido cocinero antes que fraile y he vivido las entretelas de la política, sé que aquellos a los que votaré no serán sino un número más en cada institución, al servicio de ese partido al que representan y que se ha vuelto vulgar, de aquél programa que quedará en papel mojado o del líder de turno que procurará, frente a viento y marea, mantenerse en su cargo aún a sabiendas de su escaso peso específico.

* Exsenador por Córdoba