«Había una vez una niña que tenía 8 años y quería ser futbolista y lloraba porque nadie la dejaba. Un día empezó a jugar, pero claro tenía que jugar con los niños y las niñas de su clase se metían con ella, aunque a ella le daba igual lo que dijesen.

Conoció a tres chicas más y empezó a jugar y entrenó duro mucho tiempo, y de pronto un día la fichó el Córdoba Club de Futbol y cumplió su sueño y es muy, muy feliz.

P.D.: M. eres mi jugadora preferida».

Cuando te hacen llegar un relato como este, para quienes hemos participado en poner en marcha el Córdoba Club de Futbol Femenino, lo de menos es el resultado deportivo obtenido, porque el sentimiento que te embarga y te llena las entrañas, es el de que ha merecido la pena el esfuerzo si hemos conseguido que haya niños o niñas, da igual, que desde muy pequeños sean capaces de expresar en una redacción como esta los valores que en el futuro los harán mucho mejores adultos que nosotros: el valor de la igualdad, del esfuerzo, de que los sueños se consiguen con constancia y que el compañerismo es la clave para avanzar en esa meta. Alguien que escribe esto no puede ser un adulto intolerante.

Esta redacción resume de una forma simple lo que hay detrás del éxito que estos días celebramos de nuestro Córdoba CF Femenino, de todo un equipo de mujeres valientes que lo primero que han hecho es creer en ellas mismas y luego pelear cada día por el sueño que un día tuvieron, el sueño de ser futbolistas y ascender para competir en la Primera división B el próximo año.

Sacrificios diarios para compatibilizar los estudios y el futbol; para sobrevivir a la falta de recursos y jugar a costa de trabajar mañana y tarde y entrenar cada noche; sacrificar la adolescencia y la juventud de salidas o fiestas de botellón; priorizar el fútbol sobre cualquier actividad y rentabilizar el tiempo para llegar a todos sitios; entrenar con frío, lluvia o viento, siempre por las noches y muchas veces hasta sin agua caliente después de que el frío se cale entre los huesos; sacrificar los fines de semana para competir con el corazón en la mano y la sangre blanca y verde corriendo por las venas; muchas horas de carretera con la única recompensa de ganar y una pizza al final del partido y, además, poniendo mucha veces distancia desde su lugar de origen, de sus raíces y sus familias, por conseguir un sueño que hoy, por fin, es una realidad.

Tenemos que darles las gracias, porque ellas, por ti, por vosotras, por todas las mujeres de Córdoba, como dijeron en el último vídeo del partido del ascenso, por Córdoba y por el cordobesismo que vibra con el fútbol, a través de su sueño cumplido nos van a regalar grandes momentos de pasión infinita. Gracias chicas.

* Abogada