En estos días estamos asistiendo al espectáculo de conformación de las candidaturas, tanto al Congreso y Senado, como a las elecciones municipales. Viendo lo visto, son muy preocupantes los criterios selectivos que están circulando. Una frase muy acuñada es la elección de personas no políticas, como si hubiera dos clases de individuos, unos políticos y otros no; craso error. Política, afortunadamente, hacemos todos pues todos somos ciudadanos con inquietudes políticas: preocupación por el mundo laboral, el modelo de enseñanza, de sanidad, de lo público y lo privado, de la aconfesional y lo religioso... Pero ahora, la figura de personas venidas del más allá, puras e inmaculadas son bendecidas por los partidos políticos. Jueces estrella, toreros de renombre, periodistas televisivos, afamados actores, vociferantes de plenos y gente muy buena que pasaba por allí.

Los partidos y convergencias populistas han tenido debates muy sesudos. Buscar alternativas, hombres y mujeres cualificados, licenciados, preparados, cultos, con varios idiomas, con conocimiento de la sociedad a la que van a servir, con experiencias asociativas, sociales, con manejo de las nuevas tecnologías y con promesas inconfesables de arduo trabajo, días y noche, horas infinitas, generosidad, altruismo, despego familiar y años y vitalidad para dar de sí lo mejor y más. Anda ya. No te lo crees ni tú.

Pero las candidaturas hacen extraños compañeros de viaje, unos más acomodaticios, que saben de las ventajas legales de ir simplemente en una lista, léase la ley electoral, y otros más propensos a dar un salto en sus vidas. Esperamos una seria reflexión sobre lo que supone trabajar para la comunidad y al servicio de nuestras ciudades y villas. Auguro que los proyectos mesiánicos y personalistas van a terminar el día 26 de mayo, pero nos pueden regalar páginas bochornosas, que a algunos les dolerá la cabeza. La pena es que los ciudadanos suframos a intolerantes y déspotas en nuestros ayuntamientos. Ora pro nobis.

* Historiador y periodista