Ayer me colé en el congreso ‘Córdoba, ciudad de encuentro y diálogo’ para escuchar el testimonio de un joven inmigrante camerunés. Allí encontré numerosos estudiantes entre el público. Estupefacta me quedé cuando vi que muchos de ellos no pudieron esperar 10 minutos a que acabara el dramático relato para levantarse, en grupos incluso, e irse, indiferentes a lo que contaba.