Definitivamente Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, el más universal de los hijos de Córdoba, no tendrá un museo en la que fuera su casa de la avenida de Cervantes. Casa de la que apenas pudo disfrutar algunos años, en la que se instaló su capilla ardiente aquel mes de agosto de 1947 y de la que salió su féretro sobre el que se le impuso la Cruz de la Beneficencia. Casa en la que se van a abrir dos restaurantes: La Casa de Manolete Bistró y A Flor de Piel. Hagamos historia. La construcción del chalet de Manolete la encargó D. José Ortega Munilla, padre del filósofo Ortega y Gasset --que pasó los primeros años de su niñez en Córdoba-- al ingeniero Tejón y Marín, quien andando el tiempo sería alcalde de la ciudad, en 1890. Años más tarde pasó a propiedad de la familia Cruz Conde a quien se la compró Manolete en 1943. Desde ese año fue la vivienda de su madre hasta su fallecimiento en 1981. Como suele ocurrir en las mejores familias surgieron discrepancias sobre el destino de dicho inmueble, lo que acabó en el Tribunal Supremo por cuestiones meramente urbanísticas. En el año 1986 hubo un intento de derribar dicha vivienda, lo que impidió la Comisión Provincial del Patrimonio Histórico-Artístico mediante la incoación de expediente y declaración final como Bien de Interés Cultural. Por eso Solano Márquez considera el chalet de Manolete como una «isla arquitectónica» protegida.

Casi veinte años estuvo la vivienda sin habitar y en lamentable estado de abandono hasta que en el año 2000 se instaló una empresa constructora que a los pocos años se deconstruyó. Desde hace año y medio es propiedad de un empresario cordobés, quién la tiene arrendada a profesionales de la restauración para instalar un «centro de alta cocina cordobesa». Como habrán de hacerse importantes reformas para adecuarla a la nueva actividad ¿se reservará algún rincón para exponer recuerdos manoletistas? Solo cabe desear que esta iniciativa tan innovadora llegue a buen puerto, máxime teniendo en cuenta que en las aledañas calles de Fray Luis de Granada y Alhaken hay tres restaurantes, dos mesones, una casa de comidas, varias tabernas y dos hoteles.

Un museo de Manolete en su casa hubiera sido un revulsivo importante para esta zona de la ciudad --Córdoba no es solo el Casco Histórico-- a la par que descongestionaría los aledaños de la Mezquita-Catedral. Y además se encuentra a escasos cinco minutos de las estaciones de tren y autobuses. ¿Conseguirá doña Isabel, antes de perder la Alcaldía el 26 de mayo, la denominación Luis de Góngora para la estación del AVE? Ahí queda la pregunta, como diría el profesor López Menudo. Desconozco si finalmente el museo de Manolete de Villa del Río se trasladará a Linares para ampliar la oferta cultural de dicha localidad, que ya cuenta con los museos de Andrés Segovia y de Raphael. Seguramente les gustaría a los linarenses que viven en Córdoba, a pesar de no celebrarse festejo taurino el 28 de agosto de 2017, coincidiendo con el centenario manoletista y el ciento cincuenta aniversario de su plaza de toros. Termino. Si ayer Islero pasaba por el coso de Santa Margarita, hoy ha pasado por la avenida de Cervantes. Después de todo y a pesar de mi adiós al Monstruo, tengo para mí que Manolete nunca volvió de Linares.

* Abogado