Un nuevo estudio de Oxfam Intermón confirma lo que muchos ciudadanos ya notan en su vida diaria: que la recuperación en España es desigual, que la clase media mengua a golpe de trabajos precarios, que los pobres son más pobres y los ricos, más ricos. Lo llamativo del informe presentado con motivo del Foro de Davos es la conclusión de que la clase social se hereda más que antes. Los niños pobres de hoy tienen más números de seguir siendo pobres cuando sean adultos. La crisis económica desmontó el ascensor social y la recuperación no lo ha restituido. Ante esta situación, caben dos reflexiones. Primero, que no debemos sentirnos impotentes ante la desigualdad ni aceptarla. Países como Bélgica, Dinamarca y Finlandia son buen ejemplo. En el caso español, no hace mucho que los adolescentes creían que, si se esforzaban, podrían vivir mejor que sus padres. El Estado del bienestar lo hacía posible. Hoy, la vergonzosa brecha se podría reducir con políticas que reviertan los recortes. Los PGE presentados por el Gobierno de Pedro Sánchez van en esta línea. La segunda reflexión tiene que ver con los efectos de esta desigualdad. Es fácil que surja la indignación entre personas sin recursos que, sin facilidades para estudiar, para emanciparse ni para trabajar dignamente, ven cerradas las puertas del porvenir. Y la indignación es el mejor caldo de cultivo para los populismos que ponen en jaque nuestro sistema democrático.