Sibilinamente, con mezquindad tendenciosa, envuelto en el mísero antisistema errante que deambula sin más rumbo que la ruptura de lo tradicional; con naturalidad inquietante e impostura ideológica, con intencionalidad rancia y desprecio absoluto a las costumbres y tradiciones. Ese el fin. La progresía del cogobierno local se reviste con su cinismo habitual para descabalgar la ilusión infantil y seguir en su empeño inquebrantable de dar forma a una sociedad despegada de sus costumbres. Una más. Tergiversar su inherencia esencial, transformarlo en un cutre desfile bananero y oda a la ofensa de una mala atracción de feria. Cuatro naranjas malabaristas, un autobús con plantas sin aromas y un dragón chino bajo la tutela pagana de tres Reyes Magos que dan la bienvenida al nuevo año. Ya no hay engaño posible.

Al olmo seco lo han hundido en su mitad podrido, sin hojas, sin luces de Navidad, sin caramelos, sin carrozas que relaten las costumbres, sin nada... Esa es la metáfora, la del cinismo mayúsculo de quien quiere imponer el pensamiento único. Nada nuevo bajo ese árbol caduco y rancio. En mayo llegará otro milagro de la primavera, en mayo...

Con fría tinta y pendolista, nuestra regidora omitía cualquier alusión a la Navidad. Esa es la consigna. Silenciosa y sibilina. Su declaración de intenciones bien podía haber sido en cualquier estación del año: «Mis mejores deseos para los que trabajan día a día». Ahí lo llevan. Triste paradoja en una ciudad golpeada con crueldad por su tasa de paro.

«Córdoba, la ciudad de las oportunidades», continúa la fina ironía en un microrelato con motivo de no se sabe muy bien por qué. Ni fiestas, ni Navidad, ni cualquier término que se aproxime a una celebración tradicional. Mutismo absoluto.

La consigna es el enfrentamiento y cualquier razón es excusa. El nombre de calles tradicionales, el rejón a la tauromaquia, el afán por cerrar los museos en los festivos, la pérdida reiterada de fondos europeos, la incapacidad para atraer empresas, y un sinfín más de despropósitos de quien se ha visto sorprendido en una función que no sabe desempeñar y condicionada por quienes su modelo de ciudad está anclado en moldes alejados de la prosperidad.

Las hojas del calendario caen al mismo ritmo que las manijas del reloj avanzan. «Tic, tac, tic, tac». No es tiempo de silencio. El engaño toca a su fin.

Terminó la Navidad. Sí, era Navidad. Relájense, cojan aire, respiren, suéltenlo, solo les queda siete días de Pasión. Sabemos que tampoco les gusta. Las calles se visten de fe en un aroma inconfundible a azahar e incienso, los barrios se visten de largo y suena Saeta Cordobesa, ¿la oyen?... No se preocupen, será su último calvario.

Feliz Año Nuevo.

* Portavoz del PP en el Ayuntamiento de Córdoba