Hace unos años recurrí en uno de mis artículos a una canción de Lole y Manuel, si bien no recuerdo con qué motivo. Se trataba de Todo es de color, y con independencia de esa especie de plegaria al «Señor de los espacios infinitos», citaba la siguiente estrofa: «De lo que pasa en el mundo/ por Dios que no entiendo na/ el cardo siempre gritando/ y la flor siempre callá». Si hoy la vuelvo a traer a estas páginas es porque tengo la impresión de que el momento actual está lleno de cardos, que no solo gritan, sino que vociferan. Los vemos en el contexto internacional, desde Trump a Bolsonaro pasando por Salvini, también en el ámbito nacional, sobre todo desde la aparición en la escena parlamentaria andaluza de Vox, que ha acentuado lo ya iniciado por Casado en el PP, su derechización, el auge de esas posiciones que rozan con el antisistema y que ya creíamos olvidadas en la derecha, aunque siempre quedaba esa reserva espiritual que es la FAES de José María Aznar, ahora crecido ante esa posibilidad que ve de una gran fuerza de la derecha constituida por la unión de tres, de manera que si bien no se repite la situación que él dejó, es decir, una derecha unida, al menos se pueda llegar a una coalición de las tres fuerzas políticas situadas en ese espacio. Esa operación no solo tiene su beneplácito, también el de Casado, falta que Rivera dé el paso definitivo y acepte la tentación que le están poniendo ante sus ojos. Ciudadanos es quien más se juega si acepta, porque no es seguro que, como proponía el diablo en el Evangelio de Mateo, al saltar desde arriba los ángeles acudan para que no sufra ningún golpe. En cualquier caso, la semana próxima cuando tenga lugar la sesión de investidura en el Parlamento andaluz tendremos ocasión de comprobar si el partido naranja se arroja al vacío o no.

Cualquier observador es consciente de que en buena parte de la escena política, en sus protagonistas, han desaparecido los argumentos, pero si hacemos un análisis detallado de las intervenciones parlamentarias del PP y de Ciudadanos y de un sector de los medios de comunicación, en concreto el vinculado a la derecha, veríamos cómo eso se acentuó tras triunfar la moción de censura. Desde entonces no se ha dejado de dudar de la legitimidad de Pedro Sánchez para gobernar, como tampoco han parado las afirmaciones falsas acerca de los pactos con los independentistas, si bien aún no hay prueba alguna de la existencia de tales. Sobre esto último, lo único que sí se puede defender con argumentos, y con pruebas, es que el Gobierno socialista ha puesto en marcha una línea de actuación frente a Cataluña que es la que durante tanto tiempo se le demandaba a Rajoy: que no recurriera en exclusiva a la vía judicial y que hiciera política. Sin embargo, muchos de los que lo reclamaban, ahora no cesan de acusar al ejecutivo de que poco menos que está vendiendo España, cuando no destruyéndola.

A pesar de lo que dijera Marx en una de sus obras, citando a Hegel, pienso que la historia no se repite, y en consecuencia no cabe establecer comparaciones con otros momentos de nuestro pasado, a pesar de que en más de una ocasión los excesos verbales (y los que no lo eran) han estado presentes. Sin embargo, sí es posible recurrir a determinadas características de nuestra historia contemporánea que responden a algo estructural: la resistencia de los sectores conservadores a cualquier proyecto de innovación. Ocurrió en el siglo XIX con los carlistas y en el XX con el conjunto de fuerzas que llegarían a apoyar un golpe sangriento como el de 1936. En nuestro siglo el modelo de comportamiento es diferente, pero responde a un mismo esquema, por eso habrá que reivindicar lo que cantaba Lole en la continuación de la estrofa citada al principio: «Que grite la flor/ y que se calle el cardo».

* Historiador