Para aprender de la vida, o tal vez, al inicio de un intento de interpretarla, no hay más remedio que asomarse a la calle, donde otras pasiones y sentimientos se interrelacionan en una cadena interminable que se llama historia, donde la sustitución vital se hace imprescindible, tal como indica Jorge Luis Borges en su soneto dedicado al Pirata de la Isla del Tesoro, que en su terceto final dice así: «A ti también, en otras playas de oro, te aguarda incorruptible tu Tesoro, la vasta y vaga y necesaria muerte».

En ese abanico de multicolores situaciones el análisis detenido del entorno y de los ojos de la gente que hablan más con sus miradas que con las palabras, en éstas fiestas de luces multicolores, de publicidad engañosa, donde nos quieren hace ver un mundo que no es real, tengo que efectuar una mirada atrás para hablar de aquellos que la sufren en soledad. Esa soledad sonora de Antonio Gala. Esa soledad de Revólver, que dice su canción «sin nadie que te espere y sin nadie a quien esperar». Esa soledad de este hombre, donde los medios de comunicación han arrastrado su figura a la calle, porque se negó a perder su historia, que era su madre, y que con coincidencias muy similares a la película Psicosis, la guardaba como un muñeco roto, en un ataúd, vasto y pobre, y desde hacía más de un año en la vivienda que había sido el domicilio de ambos. La locura de una vida rota. De no querer aceptar lo que había sido su sentido, y que la muerte se la había arrebatado, con esa crueldad fría y seca que al final nos destruye a todos. No había intento de enriquecimiento injusto, ni cobro de pensiones. Únicamente un amor desencajado, donde ya al final, solo había una figura de cera, perdida la esperanza, y un camino a ninguna parte, sin violencia, ni rencores, pero con una negativa firme y rebelde a aceptar la realidad inevitable.

Estamos en fiestas de reencuentro. De amores y odios soterrados. De compras compulsivas, y compromisos en la mayoría de los casos absurdos, con recuerdos agridulces, hacia aquellos seres que nos dejaron para dirigirse a un camino sin retorno al mundo de lo invisible, y que entraron en el olvido, al traspasar la cortina rasgada de la muerte. También al culto de lo inmediato, y ante un año nuevo que nos quiere hacer creer un renacer, o etapa de comienzo, con nuevos proyectos e ilusiones, cuando realmente, el ciclo de la vida es como un tiovivo, que gira y gira interminablemente, sin un principio ni final, salvo el de aquellas playas de oro, que dijo el poeta… Al final, siempre nos salvará la poesía .

Una sociedad española convulsa, demasiado inculta y agresiva, y donde los políticos por desgracia, no son nuestras mejores referencias. Unos líderes incapaces de regentar una minúscula peña o colectivo, y que están ahí por su gran capacidad de sumisión. Y una Córdoba a la deriva. Más que nunca, como el avestruz que mete la cabeza en su lomo, para no querer ver la realidad cambiante que le rodea, y que hace tiempo ya perdió el último tren de la fantasía y del deseo de ser más a nivel colectivo. En el vagón de cola. En un provincianismo retrógrado y cainita, y donde es peligroso asomar la cabeza, como dijo en su día nuestro insigne académico Manuel Nieto. Todo ello salvo honrosas excepciones en un individualismo solitario y brillante. En la soledad del corredor de fondo que no recibe apoyo de aquellos a los que dedica su tiempo y esfuerzo.

Con la esperanza que nuestra Córdoba despierte de un sueño de siglos. Paz y bien.

* Abogado y académico