Tras las elecciones autonómicas del pasado domingo, en Andalucía se abre un nuevo periodo político. Probablemente en pocas semanas finalizarán casi cuarenta años de gobierno del PSOE en nuestra tierra. En este tiempo, Andalucía ha evolucionado considerablemente, como nunca en su historia, en el campo social, cultural y económico. La Constitución de 1978 y los dos Estatutos de Autonomía que se han aprobado en este periodo han constituido el marco que ha posibilitado este incomparable desarrollo social. Han sido casi cuarenta años en los que la Comunidad Autónoma de Andalucía, dentro del marco constitucional, ha desarrollado sus propias políticas y ha experimentado un enorme progreso en todos los campos. Es cierto que el proceso de desarrollo es indefinido: siempre habrá aspectos que mejorar y siempre aparecerán problemas nuevos que resolver. Pero nadie, honradamente, puede negar que el avance económico, político, educativo, social y cultural que ha experimentado Andalucía en estos años ha sido espectacular.

El desgaste propio del ejercicio del poder, ciertos casos de corrupción y dudosas prácticas y el efecto tsunami del laberinto catalán han posibilitado el cambio de ciclo que se avecina. No es fácil adivinar a día de hoy la composición exacta del próximo gobierno andaluz, pero sí se atisba con bastante claridad que por primera vez en nuestra reciente historia constitucional no será un político progresista quien ocupe San Telmo los próximos años.

En estas cuatro décadas Andalucía ha sido determinante para la efectiva implementación del Estado social en España, siendo capaz de poner en marcha un sistema de prestación de servicios públicos sociales que en más de un caso ha servido de ejemplo para el resto de comunidades autónomas. Valga como muestra la bonificación de las matrículas universitarias que propician la casi gratuidad de los estudios en las universidades andaluzas.

Igualmente fue decisiva en la configuración del modelo autonómico tal como lo conocemos gracias a que fue capaz de hacerse dejar paso a principios de los ochenta como comunidad autónoma al mismo nivel que Cataluña, el País Vasco o Galicia; y volvió a hacerlo hace once años con la aprobación del actual Estatuto de Autonomía. Gracias a Andalucía, España es un país mucho más cohesionado sin que existan territorios de primera y de segunda.

Por esto, quien gobierne en Andalucía no puede olvidar que la voz de Andalucía debe de ser escuchada con la máxima intensidad, también ahora, en el debate abierto en la actualidad sobre el modelo de configuración territorial en España. Por eso desde Andalucía se ha de plantear como opción viable, entre la recentralización y la huida soberanista, la de realizar una apuesta por cerrar el modelo de distribución territorial del poder desde la clave de la cohesión social haciendo real el principio de solidaridad que se encuentra en el artículo dos de nuestra Constitución.

Quien gobierne en Andalucía debe ser plenamente consciente de que la posición crucial de Andalucía, definida por el peso de su población y la extensión de su territorio en el contexto del Estado español, propician que desde Andalucía se tenga que contribuir con firmeza para encontrar respuestas a la denominada cuestión territorial y también a la consolidación y mejora de nuestro modelo de Estado social.

Quien gobierne en Andalucía no puede olvidar tampoco que históricamente el debate sobre la configuración territorial del Estado se ha sustanciado en Andalucía en un debate más amplio sobre libertades, demandas de apertura política, de democracia plena y de equidad social y territorial. El trato discriminatorio hacia Andalucía y la plasmación de las consiguientes desigualdades se han identificado históricamente con el Estado unitario, siendo la autonomía el camino, no exento de dificultades y de errores, para el intento de superación de los tratos desfavorecedores.

Quien gobierne en Andalucía, en definitiva, no puede olvidar que Andalucía es la comunidad más poblada de nuestro Estado social autonómico y que por encima de intereses partidistas y tácticas electorales en clave nacional se encuentra el bienestar de las mujeres y hombres andaluces. Solo por su felicidad ha de trabajar.

* Catedrático de Derecho Constitucional