Celebramos los cuarenta años de nuestra Constitución Española, si no la más longeva entre todas las que tuvimos, sí la de cumplimiento más exacto en el tiempo y en el espacio y de mejor perfección técnica. La Constitución tiene una característica propia que la hace única con respecto a todas las de su entorno más inmediato y que surgieron en el siglo XX: no se trata de una constitución impuesta por vencedores a vencidos o por una parte de los ciudadanos a la otra parte.

Nuestra Constitución nació fruto del consenso y la generosidad de todos los españoles, generosidad que, por otra parte, ahora denostan aquellos políticos atribulados que solo buscan su propio interés.

Nuestra Constitución nació con la esperanza de una España plural, en la que cupiesen los españoles de todo signo político, enterrando para siempre esa España cainita y revanchista que quieren hacernos creer como parte de nuestra idiosincrasia y que no es tal.

Aquellos gurús de la política -que conocen las cocinas y las estadísticas- se sorprenden del resultado electoral de Vox y se apresuran a tildar con las más variadas etiquetas lo que no es sino la respuesta del descontento de una gran parte de españoles por la continua vejación, humillación y menosprecio de la Constitución Española de 1978 y cuanto ello representa.

Muchos hombres de bien han asistido atónitos a los ERE, la Púnica, la Gürtel, aceptándolo todo como mal menor del escenario político pero, no se confundan, el español de a pie posee una maravillosa capacidad de autoorganización frente a las oligarquías políticas que renuncian a su obligación pública y solo buscan su beneficio --la idea no es mía, es de doña Elvira Roca--. Pasó con Napoleón y pasa con aquellos que violentan --por acción u omisión-- nuestra Constitución.

Las elecciones autonómicas de Andalucía han sido las primeras celebradas en el resto de España tras la infamia del Otoño Catalán y el resultado ha sido que, tras casi cuatro décadas, existe posibilidad de un gobierno no socialista propiciado, principalmente, por la irrupción de Vox.

Reconozco que no he ahondado en su programa político pero de lo que, hasta ahora, he leído no puede --en modo alguno-- decirse que sea contrario a la Constitución. Incluso cuestiones que podrían parecernos descabelladas como la supresión de parlamentos autonómicos tendrían perfecto encaje constitucional pues, salvas algunas excepciones, no obliga a que todas las autonomías cuenten con uno propio. Es más, según parece, se trata de asimilarse a un modelo de estado cercano al francés, que no es sospechoso de antidemocrático. Por ahora, mucho más peligrosas y de autentica alerta antifascista --como diría Iglesias-- me parecen las manifestaciones en contra de los resultados democráticos y válidamente emitidos. Harían bien los políticos de todo signo en preguntarse si --acaso como los andaluces- el resto de España tiene muy claro que el artículo 2 de la Constitución dice expresamente que «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles».

Con la Constitución y ni un paso más... Pero ni un paso menos.

* Abogado. Profesor Asociado de Derecho Administrativo de la UCO