Hemos llegado a un momento de no retorno. A día de hoy, han pasado muchos años desde que comenzamos a poner nombre y a plantear medidas concretas contra la violencia de género. Si tomamos como punto de partida la aprobación en 2004 de la Ley Integral contra la Violencia de Género --aunque las asociaciones de mujeres saben que esta batalla se viene librando desde mucho antes--, la realidad nos dice que han pasado ya demasiados años en los que no hemos sido capaces de dar con las claves que nos permitan erradicar esta lacra.

En los últimos días, el rechazo a esta violencia se ha hecho patente en todos los ámbitos. Ha sido una constante en los colegios y en las universidades, en los centros de salud, en los juzgados y en las instituciones. Se ha colado por la televisión, la radio y la prensa en los hogares. Ha llegado a los estadios de fútbol, a los centros comerciales, a las empresas. El color violeta se ha extendido y se ha convertido en una constante en las solapas de hombres y mujeres.

Con todo ello, vengo a defender el gran trabajo que se ha hecho en sensibilización, tanto desde los poderes públicos como desde la ciudadanía en su conjunto. Y al mismo tiempo, vengo a abrir un espacio de autocrítica que nos lleve a una reflexión, la de asumir sin miedo los errores, la de parar la inercia de los mecanismos que no funcionan. Y en este sentido, quiero mostrar mi esperanza porque hemos sido capaces de dar nuevos pasos. Hemos sido capaces de ir más allá y aprobar un Pacto de Estado contra la Violencia de Género que es en sí mismo un paradigma de unidad. Se abre un nuevo escenario y cada uno de los actores implicados debemos coger las riendas de nuestro espacio.

Como responsable municipal, creo que era primordial que los ayuntamientos recuperaran competencias en una materia como esta, ya que son los ayuntamientos los que viven más de cerca el día a día de estas mujeres. Y por tanto, debemos tener la capacidad de darles una respuesta cercana y certera. Somos la administración con la que conviven y creo que en esta materia la cercanía es una prioridad.

Por otro lado, en los últimos días, en Córdoba, se ha constituido la Comisión Provincial de Coordinación contra la Violencia de Género, un órgano que, a instancias de la Audiencia Provincial, reúne en torno a una única mesa a representantes de todas y cada una de las áreas implicadas en la lucha contra la violencia de género. Es un paso nuevo. Un escalón que no habíamos subido, y a través del cual buscamos la mayor coordinación posible. Se trata de aprovechar todas las sinergias y todo el conocimiento que se genera en cada uno de los departamentos, sin rivalizar y sin miedo a perder un protagonismo que solo deben ostentar las mujeres que requieren de nuestra ayuda. Ellas deben ser el centro de todos los esfuerzos.

A todo esto se une la mayor de las fuerzas, la que nos encontramos cada 25 de noviembre en las calles. Es impactante y emocionante ver a miles de personas recorriendo una ciudad como Córdoba, coreando consignas de rechazo hacia este tipo de violencia que hace años sacamos del ámbito privado para situar como una de las heridas más dolorosas de nuestro Estado de Derecho, de nuestra Constitución, de nuestra democracia.

Desde esa capacidad para reinventarnos, dando pasos nuevos, sin miedo a reconocer errores, con la voluntad de avanzar con la máxima coordinación y de aprovechar todo el conocimiento generado en esta materia; desde ese posicionamiento, quiero volver a incidir en la palabra esperanza. Sin duda, es el horizonte hacia el que avanzamos con decisión, con la capacidad de vislumbrar un mundo libre de una crueldad que solo puede existir como fruto de la desigualdad con la que algunas personas asumen el mundo.

Debemos seguir caminando con la seguridad de que conseguiremos esa violencia cero con la que la inmensa mayoría de este país sueña. Esa es nuestra auténtica consigna cuando estamos en la calle manifestándonos, eso es lo que nos mueve y será esa unión, coordinación y esperanza la que nos haga ganar esta batalla.

* Alcaldesa de Córdoba