Estamos observando una presencia creciente de las empresas e inversiones chinas. El primer contacto lo tuvimos en el comercio de proximidad con la apertura de muchos bazares, luego fueron la compra de negocios tradicionales como bares, cafeterías o salones de belleza. Ahora se observa en sectores tecnológicos como la telefonía, o en ámbitos estratégicos como la inteligencia artificial. Es importante analizar por qué está ocurriendo este crecimiento y qué impacto tiene para las economías estadounidense y europea.

Empecemos por el nivel global de la economía digital. Si tomamos como referencia las empresas de internet con mayor capitalización bursátil en el primer semestre de 2018, entre las 20 primeras, 11 son estadounidenses y nueve son chinas. Entre ellas, encontramos a Alibaba (el comercio electrónico chino equivalente a Amazon), Tencent (el servicio de mensajería, tipo WhatsApp, más usado en este país) o Baidu (el motor de búsqueda conocido como el Google chino). Lo más interesante es observar que su crecimiento es constante y que año a año van escalando posiciones. Por ejemplo, en el 2017 eran seis compañías chinas frente a 14 estadounidenses. Veremos si en el 2019 se equiparan o superan a las norteamericanas. Además, si revisamos la clasificación del 2012 de las empresas con mayor valor en la bolsa, observamos que solo tres eran chinas y estaban dedicadas a servicios financieros. En cambio, el liderazgo en la actualidad lo tienen las empresas tecnológicas, indicando que el camino hacia la economía digital lo tienen muy claro.

El sector de la inteligencia artificial es donde China está tomando la avanzadilla. Los estudios de prospectiva indican que será el actor dominante en el 2030. El Gobierno chino ha diseñado un plan para poner en el primer puesto al país en esta área. Su capacidad de inversión y de ejecución interna son claves para conseguirlo. Asimismo, destacan algunas personalidades como Kai-Fu Lee, uno de los líderes en la industria tecnológica china, que saben unir la mejor tradición de innovación estadounidense (tiene un doctorado en informática por la universidad Carnegie Mellon y ha trabajado para Google), con las ventajas estructurales de la economía china, en especial la capacidad de escalabilidad. Esta apuesta tecnológica también incluye otros sectores como la computación cuántica y la biotecnología. Pero hay que puntualizar que el Gobierno chino tiene la posibilidad de desplegar sus políticas y acciones de una forma que sería imposible para las democracias occidentales. De ahí que las condiciones para la competición no son iguales.

Las inversiones chinas en la Unión Europea han ido creciendo en este último año, tomando preferencia a las de Estados Unidos, seguramente como uno de los efectos de la política comercial de la Administración Trump ante las sanciones impuestas a empresas chinas.

Según los datos de 2018, la inversión extranjera directa (IED) china se expandió de forma espectacular hacia Europa en la primera mitad del año, mientras que su equivalente en Norteamérica se redujo en un 92% en el último año, pasando de 24.000 millones de dólares a 2.000 millones de dólares. En el caso europeo, Suecia fue el principal destino europeo, seguido por el Reino Unido, Alemania y Francia. El sector automovilístico, el de la salud, la biotecnología, y los productos y servicios de consumo se han convertido en los principales receptores de la IED china.

Las actuaciones estadounidenses están favoreciendo a los europeos. De hecho, el veto de Trump a las inversiones chinas en empresas tecnológicas y a su política comercial proteccionista ha tenido como resultado que la Unión Europea y China se vean como aliados en la defensa del libre comercio y el multilateralismo. En la última cumbre entre Pekín y Bruselas se decidió crear un grupo de trabajo sobre las reformas que se deben emprender en la Organización Mundial del Comercio (OMC).

En resumen, esta nueva situación geopolítica ha favorecido a la Unión Europea; pero hay que decir que desde las instituciones europeas también se vigila mucho a las inversiones chinas en empresas tecnológicas para evitar que todo el esfuerzo en ciencia básica, investigación y desarrollo de las universidades y empresas europeas pasen a manos del gigante asiático.

* Profesora de la UAB