El titular de esta columna no hace referencia a la última canción de Sinead O'Connor (Dublín, 1966), cantante magnífica y compositora notable, sino a su última chaladura: ahora se ha convertido al Islam y se hace llamar Shuhada Davitt (el apellido lo adoptó el año pasado). La cosa no nos coge por sorpresa, ya que la pobre Sinead -que en el 2003 fue diagnosticada de un trastorno bipolar- lleva años saliendo en los papeles más por sus extravagancias que por los frutos de su talento musical. Sinead, digámoslo claro, no está bien de la cabeza y su vida es un sufrimiento constante desde la infancia: sus padres se pasaban el día a la greña hasta que se divorciaron cuando ella tenía ocho años.

Su carrera musical ha tenido momentos álgidos, gracias a temas propios y a versiones. Es mundialmente alabada la de un tema de Prince, Nothing compares to you -muy superior a la recientemente descubierta de su autor-, pero lo que hizo con Chiquitita fue prácticamente un milagro y un prodigio de sensibilidad: convertir una canción de ABBA en un tema tan emotivo que te pone los pelos de punta es un logro que no está al alcance de cualquiera. Pero Sinead O'Connor es una mujer maldita, acosada permanentemente por la depresión, siempre en busca de algo o alguien que dote de cierto sentido a su vida. Por eso hablaba bien del IRA en su adolescencia, aunque luego se retractó. Por eso hizo trizas en directo una foto del Papa y se hizo ordenar sacerdote por un grupo católico cismático -convirtiéndose en la madre Bernadette Mary-, del que se alejó al cabo de un tiempo. Por eso se ha casado cuatro veces y tiene cuatro hijos, cada uno de ellos con un apellido distinto. Por no hablar de cuando se obsesionó con el músico John Grant, conspicuo homosexual, e hizo saber a todo el mundo que ansiaba ser sodomizada por él: la cosa no llegó a buen puerto, pero, por si acaso, Grant se fue a vivir a Islandia.

Cualquiera que haya flirteado con la depresión -sin necesidad de haber intentado suicidarse, como sí ha hecho en algunas ocasiones la cantante- es incapaz de tomarse a chufla la vida de Sinead O'Connor. Lo que empieza a resultar inevitable es el cansancio ante cada nuevo intento inútil de salir del pozo. ¿Cuánto durará Shuhada? ¿Cuál será la nueva personalidad de Sinead? Ni idea, pero les dejo, que me han entrado ganas de volver a escuchar su versión de Chiquitita.

* Periodista