Este sábado tendremos que volver a retrasar una hora el reloj, en atención a la normativa comunitaria vigente desde hace más de 40 años y que se promulgó en plena crisis del petróleo para ahorrar energía. Y cuando llegue el último sábado de marzo del 2019 tendremos que volver a adelantarlo para adecuarnos al horario de verano. Este vaivén parecía que llegaba a su fin cuando la Comisión Europea anunció en septiembre que estaba decidida a promover una propuesta legislativa que tenía que estipular un horario único a lo largo de todo el año, con preferencia por el de verano. Además, el fin del cambio en otoño y primavera, parecía inminente, a aplicar en el 2019. Es decir, la opinión pública, a tenor de las informaciones provenientes de las instituciones europeas, pensaba que ya iba a terminar definitivamente este trasiego de cambio de relojes dos veces al año, pero no está claro que vaya a ser así.

La realidad ha demostrado una vez más que las decisiones europeas van lentas y que, en este caso, la opinión de los estados miembros es crucial. El Consejo de los 28, que se reunirá el lunes en Graz, tendrá que debatir la propuesta de la actual presidencia austriaca de retardar la hipotética unificación hasta el 2021, eso sin contar con que las opiniones de los gobiernos son muy dispares: desde la abolición del cambio defendida por Finlandia y otros países nórdicos hasta el mantenimiento de la situación actual, abanderada por Portugal.

El grupo técnico que debía estudiar el asunto no ha llegado a conclusiones efectivas ante un problema que no es sencillo y que reclama una práctica unanimidad de los países de la UE para no llegar a una especie de colapso horario en el que cada Estado escoja una solución a su gusto. Hay defensores y detractores del cambio y, entre los que abogan por un solo horario en todo el año, también hay notables diferencias entre quienes prefieren que se mantenga siempre el de invierno o bien el de verano. En España también hay discrepancias en el seno del comité de expertos que asesoran a Pedro Sánchez. Parece mayoritaria la idea que el horario de invierno, con más equilibrio en las horas de luz y jornadas más racionales, es el adecuado e incluso beneficioso para el ritmo circadiano, pero el de verano, por ejemplo, es defendido por los comerciantes, con más horas de luz por la tarde. Y, en España se suma el debate sobre el huso horario, ya que el de nuestro país coincide con el de Alemania, cuando en realidad le corresponde el del meridiano de de Greenwich como a Reino Unido y Portugal. Pero, volviendo al actual debate europeo, en este embrollo hay datos ciertos. Que la excusa del ahorro de energía esgrimida en su día hoy ya no es pertinente y que, sea cual sea la decisión que se adopte, debe procurar un aumento de la conciliación y, sobre todo, debe ser coherente y asumida por todo el continente con el máximo consenso posible.