Hace tiempo que, para medio entender el tema de la Mezquita-Catedral, abandonamos las sabidurías historicistas que, a veces, no son de fiar, pues acomodan la verdad a sus idearios y el camino de las lentísimas resoluciones judiciales. Lo hicimos, también, porque, al tratarse de algo con un fondo primordialmente económico, la solución solo puede estar en el establecimiento de una norma legal, tal hicieron en cuestiones pariguales países como Francia, Alemania o Portugal con sus más reconocidas catedrales, declarando por ley que son bienes de dominio público. Además, ciñéndonos a la Mezquita cordobesa, debemos recordar que, desde el siglo XIII hasta que llegan los turistas en grandes oleadas, fue conservada, absolutamente siempre, con dinero del erario estatal, salido de las alforjas de los antiguos pecheros y de las cuentas corrientes de los modernos contribuyentes.

No obstante lo anterior y para no caer en equivocación, hoy, emulando al poeta, vamos a pedir la paz y la palabra para hacerle al Cabildo catedralicio una pregunta fácil, con la promesa de que si la contestan sin irse por los cerros de Úbeda, dejaremos de escribir sobre la propiedad pública, estatal, del monumento que más millones produce en el sector de los servicios cordobeses. Nos comprometemos, hasta que los tribunales lo juzguen o el Parlamento lo establezca, a reconocer que la curia cordobesa es propietaria de la Mezquita-Catedral a la que cuida y administra admirablemente. Un reconocimiento meritorio, por nuestra parte, sabiendo los pésimos precedentes que tiene el Cabildo como gestor, pues cuando lo fue de Cajasur, acabaron en la ruina tras 25 años de ostentoso miguelato y, lo peor de todo, dejando en poder de una empresa vascongada, la joya cordobesa del Palacio de Viana. Acción imperdonable que pudieron haber evitado con un mínimo de sensibilidad ciudadana.

Pero, vamos a correr la cortina del silencio sobre lo anterior siempre que contesten, pastoralmente, la pregunta que a continuación formulamos y que creemos necesaria para bien comprender lo que está pasando en la controversia de la Mezquita-Catedral.

Esta es la pregunta: ¿Cómo deben llamar los fieles al hecho de que, en los últimos años 90, la Junta de Andalucía gastase en arreglar la torre catedralicia, enclavada en una propiedad privada, más de 2 millones de euros (350 millones de pesetas) extraídos de los bolsillos de la ciudadanía andaluza y, una vez reparada, el Cabildo la abriera al público cobrando 2 euros por la visita que permite contemplar, a todo el que paga y sube, una panorámica inédita de la ciudad? Pregunta que hacemos sin acritud, solo para salir del desconcierto en el que nos hallamos, y para no equivocarnos a la hora de tipificar las conductas.

Quedamos aguardando, con la paciencia del santo Job y la esperanza de un catecúmeno, la respuesta solicitada, que no deben dejar «guardadita» en las mismas arcas misteriosas donde, según dice un reverendo canónigo, están los documentos que acreditan la propiedad indudable de la Iglesia, sobre la antigua Mezquita, desde que San Fernando expulsó de Córdoba a las huestes coránicas. Desconcertante documentación que ni siquiera enseñaron, como era su deber para no incurrir en una falsedad, al Registro de la Propiedad que inmatriculó la finca.

Creemos que en este momento, para sacar a católicos e infieles del embrollo en el que nos han introducido los euros que produce el negocio de la Mezquita --«la maldición del dinero», dicho en términos wagnerianos--, la pregunta formulada es la más pertinente, aunque algunos la juzgarán impertinente, pues de todo hay en la viña del Señor.

Por todo ello, nos vamos a despedir iterando, brevemente, la interrogación que nos atormenta. ¿Cómo debemos llamar al gasto de cifras millonarias de dinero público para incrementar los beneficios mercantiles que produce un bien privado cuyas actividades, desde 1236 hasta hace 30 o 40 años, siempre fueron exclusivamente sagradas? O si lo quieren más conciso todavía: ¿Cómo se llama gastar millones estatales en una empresa particular que obtiene las mayores ganancias de su historia? H

* Escritor