Un hombre con las botas de agua embarradas y el pantalón salpicado se concentra en su tarea achicando el fango con un cepillo dentro un garaje. El hombre es un ciudadano de la zona, con el rostro serio como el de quienes le rodean. La tragedia le ha pillado en casa, y se ha cebado con el pueblo de al lado del suyo. Aumenta el número de víctimas. El panorama es desolador. Toca remangarse y trabajar con pala, cepillo y demás herramienta junto a los amigos que han sido golpeados por la riada. Como uno más. Como muchos otros que también fueron fotografiados por Jordi Cotrina para mostrar las consecuencias de la riada en Sant Llorenç des Cardassar, Mallorca. Lo extraordinario de la foto está en que el hombre que se afana cepillo en mano es Rafa Nadal, a quien el reportero gráfico encuentra por azar. Y lo realmente extraordinario es que esa foto es tan casual como indeseada por su protagonista, que trabajó como uno más hasta que fue necesario y se mostró silencioso y hasta incómodo ante el fotógrafo. A esas horas la Rafa Nadal Academy ya había acogido a numerosos afectados por las inundaciones abriendo sus puertas momentos después de la riada. La foto ha dado la vuelta al mundo. Hasta ha sido portada en The Times. En la era del postureo, nada más involuntario conseguirá jamás lo que ha logrado la instantánea de Cotrina sobre la imagen de Nadal. No hay nada más potente que la verdad.

Cuesta encontrar a un deportista con la dimensión de Nadal con la normalidad y el compromiso que destila esa foto. Sin aditivos. A una estrella del deporte mundial con menos dosis de protagonismo, con la timidez que asoma fuera de las pistas, y con los pies tan en el suelo como clavadas están esas botas en el fango.

Es imposible caer bien a todos, y menos en un país como este. Quizá ni siquiera sea bueno, como no lo es ganar siempre. Pero qué reconfortante es comprobar que en estos tiempos de selfis, felicidad fingida y sonrisa de Instagram, aún hay fotografías que retratan tanta verdad. Juego, set y partido para Rafa.

* Periodista