EEUU, el país de las libertades y los derechos humanos, niega la visa a las parejas de diplomáticos gais que no estén casados. Visto así, parece que la cosa no es tan grave. Pocos son los mortales con este perfil (solo 105 familias), y solamente habría que pasar por un pequeño, molesto e innecesario trámite. Pero la medida es cuando menos provocadora. Trump y su equipo, haciendo gala de su devoción homosexual, acaban de imponer a las parejas de diplomáticos gais que se casen en tres meses, o perderán el visado. Todo en pro «de avanzar hacia un trato igualitario», dado que esta es una regla que lleva años vigente para los heterosexuales, y con objeto de que «los esposos del mismo sexo de los diplomáticos de EEUU disfruten de los mismos derechos y beneficios que los cónyuges del sexo opuesto». Así de ancho se queda el Departamento de Estado, conociendo de sobra que la norma, que por supuesto afecta a funcionarios de la ONU, puede resultar un verdadero problema para los afectados, en la medida en que solo en el 12% de los estados miembros es legal el matrimonio gay, y de que en muchos de ellos está criminalizada la homosexualidad. De ahí, que la administración anterior, con su Secretaria de Estado, Hillary Clinton, implementara la política de conceder un G-4 a las parejas de hecho de los diplomáticos y funcionarios de las Naciones Unidas, con objeto de evitar la persecución de este colectivo en sus países de origen. Pues ahora va a ser que no. Al más puro estilo americano, con la ley en la mano y la práctica del café para todos: si eres diplo-gay, o te casas o pa tu casa.

*Periodista y profesora de Universidad