El enfurecido ataque de la derecha al presidente Pedro Sánchez y su Gobierno recuerda bastante la respuesta cruel y desmedida que desató Aznar contra los socialistas de Felipe González tras perder las elecciones generales de 1993, que creía ganadas de antemano. Algunos analistas hablan de remake de aquel terremoto político que duró varios años en el que la prensa de la derecha (la Brunete mediática llegó a definirla el peneuvista Iñaki Anasagasti) y los primeros espadas de Aznar (Álvarez-Cascos, Trillo, Rato, Arenas...) decidieron calcinar al PSOE y hasta su memoria. Ganaron las legislativas 1996, aunque las inmensas rociadas de napalm político derramado sobre la floresta socialista no lograron arrasar del todo su bosque.

Ahora, de nuevo sorprendidos por la respuesta socialista que los apea del Gobierno con solo 84 escaños más 1, han recuperado el libro de hace un cuarto de siglo y extraen de él las viejas hazañas. A pesar de su debilidad --un PP muy deteriorado y un líder por probar-- creen, pues el aliento de Aznar ayuda mucho, que les será mucho más fácil desalojarlos de la Moncloa que entonces. La Convergencia de Catalunya de Pujol, que entonces apoyaba firme a Felipe González, y hasta la IU, al fin y al cabo coaligada con los socialistas en centenares de ayuntamientos, poco tiene que ver hoy con el partido de Puigdemont y el Podemos de Iglesias. Pedro Sánchez, pues, está obligado a bailar rock and roll en un alambre tendido sobre un cañón al que no se le ve el fondo.

Así que unos cuantos se dedican a buscar entre los miembros del «Gobierno bonito» los rastros del cianuro que más rápido pueda liquidarlos: corruptelas y pillerías fiscales varias. Además, el azar les regala las hazañas de un tal Villarejo, trasunto actual de Perote, el espía traidor, que tantos días de gloria las proporcionó en aquellos años noventa de plomo y rotativas. Pedro Sánchez, su gobierno y su partido viven, según los días, mudando la emoción del miedo por la furia y, en ocasiones, el desánimo. Sean quienes sean los investigadores, lo hacen tan fondo que hasta los más ingenuos socialistas empiezan a asumir que una multa de tráfico los puede echar del tráfico político.

Porque a decir verdad aquellas proclamas que hiciera Pedro Sánchez apelando a la perfección, y aun la pureza, del cargo publico se las demanda ahora la derecha con el descaro y el escarnio que solo ella sabe. Se destacó en la exigencia en meses pasados, al tiempo que se presentaba como un virtuoso. Ahora le revisan sus texto buscando en qué párrafos faltan las comillas, y a sus ministros los colocan en la picota al revelar conversaciones privadas robadas, o encontrándoles atajos fiscales. El problema es que incluso el hombre más intachable nunca deja de ser humano, o sea, imperfecto.

* Periodista