En pocas fechas hemos pasado de un tiempo de corruptos a un período donde la mentira campa a sus anchas, hemos sido testigos de como un político catalán de solera, junto al gran escritor Vargas Llosa, defendía a ultranza la unidad de España, y una vez en el poder decir que Cataluña es una nación y sería preferible que los encarcelados implicados en el fallido golpe de Estado estuviesen libres. El paladín del populismo se ufanaba de vivir en Vallecas junto a la clase obrera y viajar en el transporte público, defendiendo la teoría de que a los que viven en chalet hay que freírlos a impuestos, pues ya lo tenemos instalado en un chalet de superlujo, imitando a aquel político de izquierdas que decía «yo viajo en primera, pero mi corazón va en tercera». Ahora entre los restos de Franco y los plagios en máster y doctorados, siguen mareando la perdiz. Cuándo se enterarán los políticos de que al ciudadano que contribuye a que ellos vivan a lo grande, lo que le interesa es que luchen por quitar el paro y no la tauromaquia, que se dejen la piel por la sanidad, la vivienda y la enseñanza y conseguir un clima de convivencia mejor. Decía el socialista Felipe González: ahora es muy fácil quitar las estatuas y símbolos franquistas, eso habría tenido importancia cuando vivía el dictador.