Siempre es una satisfacción y un honor como cordobés y médico, conocer noticias sobre avances que en nuestra sanidad son frecuentes, y en especial en lo que se refiere al tema de los trasplantes. Rara es la semana que no hay un comentario de prensa al respecto, ya sea por la propia actividad o por el eficaz programa de difusión y concienciación que se está llevando a cabo. Una actividad que llega a lo más hondo de cada uno por su mérito y complejidad, alta especialización y lucha contra la enfermedad y la muerte, con un añadido humano de solidaridad no menos importante.

También hay otros logros que pueden pasar desapercibidos y que son de alta complejidad, necesitan un importante consumo de recursos y además una implicación colectiva; son hitos importantes que nos afectan a todos, a nuestra salud y a la salud poblacional con repercusión directa y sensible en los indicadores de morbilidad y mortalidad colectiva. El año pasado se cumplieron treinta años de la declaración del último caso de poliomielitis en Córdoba y este año treinta de los últimos casos en Andalucía. Una enfermedad que produjo importantes epidemias el siglo pasado con notable repercusión en las secuelas y en la mortalidad. Esos últimos casos no tenían historia previa de vacunación. Ello denota la importancia de las vacunas (la campaña sistemática de vacunación de la polio se introdujo en nuestro país en los años 1963-64 siendo el decenio anterior de alta incidencia de la enfermedad con miles de casos) que han sido, junto con el saneamiento integral --eliminación de excretas y la potabilización de las aguas--, los pilares básicos del aumento de la esperanza de vida aunque el resultado sea beneficioso a nivel individual.

El que ello pase desapercibido nos debería hacer reflexionar sobre qué es lo que consideramos más importante para nosotros y para los demás. Son estas medidas de salud pública quizás poco “populares”, pero han hecho que nuestra vida, nuestra calidad de vida, sea más tolerable. Desde que John Snow (el pionero y fundador de la moderna epidemiología) en 1854 interrumpió una epidemia de cólera en Londres sólo con las recomendaciones de un estudio epidemiológico, la salud pública aún en ciernes, comenzó a avanzar hasta la situación actual. La desafección quizás tenga que ver con que es una actividad colectiva y dirigida a la colectividad y los resultados no se ven a cortísimo plazo como es salvar una vida en horas. Y quizás porque un abordaje poblacional lleva la carga de que la estadística no es muy atractiva (los números movilizan poco).

Hay otras enfermedades como el sarampión, las meningitis bacterianas, las hepatitis o las enfermedades de la infancia que se han reducido a incidencias residuales. Por ello es importante debido al repunte del sarampión en Europa y otros países del mundo como en América, mantener altos los niveles de vacunación en contra de la irresponsabilidad de algunos colectivos, por suerte pocos en nuestra comunidad. Y hay otros retos, como intentar disminuir las enfermedades de transmisión sexual, que una vez perdido el miedo al SIDA, han repuntado. Y seguir aunando esfuerzos en el cambio de los estilos de vida que afectan a las enfermedades crónicas (cardiovasculares, respiratorias, cáncer…), que siguen ocupando los primeros puestos de la mortalidad poblacional. En estas enfermedades hay una interacción entre las decisiones a nivel individual (fumar o no fumar; beber o no beber) y las poblacionales medidas de salud pública (leyes contra el tabaco o restricción del acceso al alcohol). Este año también se cumple el 50 aniversario de una medida de salud pública, el cribado de metabolopatías con la famosa prueba del talón, que se inició precisamente en nuestra Comunidad en Granada a iniciativa del doctor Mayor Zaragoza, y que ha salvado y sigue salvando la vida de muchos niños.

Una labor importante en salud pública es la vigilancia epidemiológica de las enfermedades emergentes, tan sensibles al cambio climático, como está ocurriendo ahora con la fiebre del Nilo Occidental cuya ocurrencia en determinados países de Europa está produciendo importantes problemas de salud pública. Y algo que casi siempre se soslaya salvo cuando hay un accidente laboral; la salud de la gente que trabaja. La salud laboral como indicador sensible de la salud comunitaria.

Es cierto que los profesionales de salud pública hacen una labor quizás callada, insonora y sólo cuando hay una crisis en salud pública es cuando se vuelve la mirada hacia ellos, y no siempre de manera amable y comprensible. Abogar y poner en primer plano la salud pública, que también trabaja con evidencias científicas, es abogar por ella y por todos, a pesar de la dificultad en hacer cambios estructurales por su carácter multisectorial -los determinantes de salud también son multifactoriales-, pero sin olvidar tampoco su vocación transformadora y social, con las implicaciones éticas y políticas que ello conlleva, y sus valores de equidad, con el objetivo fundamental de prevenir los problemas de salud y fomentarla en la comunidad.

* Médico y poeta