En esta polémica abierta en la ciudad acerca de la titularidad de la Mezquita, últimamente, además de las posiciones que se mantienen en el dictamen de la Comisión Municipal, de la respuesta, aunque no se hayan hecho públicos los argumentos, firmada por un nutrido grupo de prestigiosos medievalistas, también hemos tenido ocasión de tener conocimiento a través de diversos medios de las opiniones de juristas, periodistas, políticos, etcétera. Quizás, también merezca la pena conocer la que un ilustre historiador y político cordobés, Antonio Jaén Morente, mantuvo no sobre el asunto de la propiedad que daba por hecho pertenecía al conjunto del pueblo de Córdoba, sino sobre otra de las cuestiones que no debemos perder de vista en esta polémica: su programa de uso; dicha posición fue defendida en nombre y representación del pueblo cordobés, así lo dice él mismo en su propia intervención, desde su escaño de diputado en las Cortes y en una excelente pieza oratoria, en sesión celebrada el 26 de mayo de 1936, ante la comisión parlamentaria que debía tramitar unas ayudas económicas para reparaciones técnicas y excavaciones arqueológicas en algunos monumentos del país, entre ellos la Mezquita y el palacio de Medina Azahara.

La difícil coyuntura que significaba aquella primavera de 1936, cuando aún faltaban unas semanas para que parte del ejército se sublevara contra la legalidad constitucional, todavía daba lugar a este tipo de debates de carácter cultural, en una demostración más de que el estado parlamentario republicano seguía funcionando pese a las «añagazas» y «cabildeos» de los golpistas. Resulta curioso observar en la prensa cordobesa del momento como, en las misma fechas que Jaén Morente defiende su posición en el Parlamento y, presidido por el representante del Ministro de Instrucción Pública, Sr. Barnés, las autoridades locales (alcalde Sánchez Badajoz, presidente de la Diputación Guerra Troyano, gobernador civil Rodríguez de León, entre otros), acompañados por algunos de los «urdidores militares y civiles del golpe de estado en la ciudad» (Cascajo, Rodríguez de Austria), estén presentes en la ampliación de las instalaciones del Museo acto que supone por parte de las autoridades intervinientes un encendido homenaje a J. Romero de Torres y una exaltación de la causa republicana y de su preocupación por la cultura, como nos hace ver el propio Diario de Córdoba en su edición de 26 de mayo de 1936.

Pues bien, D. Antonio Jaén en su intervención parlamentaria, ofrece al pleno un proyecto de amplias miras culturales y políticas y que se fundamenta en los siguientes planteamientos: 1º) la supresión total del culto católico en la Mezquita, según su opinión, orientado todo ello en una política de amplias perspectivas que sale de los límites de Córdoba y sin que le mueva ninguna idea de fanatismo, sino un espíritu de tolerancia y, también, sin que esta supresión suponga «quitar ni una cruz, ni un altar sino que se queden como ejemplo y manifestación de dos civilizaciones que han convivido en la gran historia de esta ciudad», 2º) transformar la Mezquita en el mayor museo de arte islámico que haya en el mundo, al tiempo que se convierta en sede de una gran Biblioteca hispano-árabe, de manera que la Mezquita se convierta en una singular zona de estudios, la nueva Meca de Occidente que pueda atraer para la ciencia y la investigación «a todos los hombres enraizados con nosotros de Mediterráneo Oriental», 3º) el acomodamiento, junto al centro hispano-árabe que representa la Mezquita, del espacio de la Sinagoga, «todo lo que representa la sinagoga cordobesa», como un Centro de Estudios Talmúdicos que nos permita investigar un gran capítulo, aún por hacer, de la historia de la cultura española y que no es otro que el valor de la aportación de lo «hebraico» en la misma.

Se podrán criticar, ignorar, desechar, también valorar como realmente así ocurrió por parte de algunos, los planteamientos en este y en otros asuntos defendidos en las Cortes republicanas por D. Antonio Jaén que, en ellas, como en su vida ordinaria fue cualquier cosa menos un hombre acomodaticio y, desde luego, defensor hasta el último aliento de sus principios y convicciones. No se ha estudiado con excesivo detenimiento por parte de la historiografía, quizás si exceptuamos el caso de otro coetáneo de Jaén Morente, el del padre de la patria andaluza, Bas Infante, la enorme preocupación que algunos políticos republicanos demostraron por temas relacionados con la integración con otros ámbitos culturales tan vinculados a nuestra Historia y tan presentes en ella, por otra parte, no tan alejados desde el punto de vista geográfico; en el caso de D. Antonio Jaén esta preocupación le surgió de manera temprana, incluso con el intento de creación en la cortes constituyentes republicanas de un grupo parlamentario de específica preocupación «norafricana» y que, en esta excepcional pieza parlamentaria referente a la Mezquita que hemos venido comentando, vuelve a dejarnos su huella con una mirada amplia y profunda a problemas que nos afectan hoy.

* Catedrático de Historia Contemporánea (jubilado)