Si uno mira en qué ha estado ocupado el Gobierno en los algo más de 100 días que lleva en el cargo, si se mira su agenda, se diría que los problemas de la ciudadanía, esos que le quitan el sueño y afectan a su bienestar diario, son más o menos los siguientes: la insolidaridad italiana ante los inmigrantes; el que Franco esté aún enterrado en el Valle de los Caídos; la validez del máster de Pablo Casado; el que el presidente tenga el título de doctor; que Pablo Iglesias se entretenga con Radiotelevisión Española; que un juez haya decidido mantener en prisión a los que el año pasado se saltaron la Constitución en Cataluña; buscar nuevas formas de impuestos; vender barcos a Arabia Saudí y modificar la Constitución para quitar los aforamientos (¡con 84 diputados!). Todo lo demás parece que lo tienen resuelto, y, si no, está en vías de solución, pues basta con aumentar el gasto público en 6.000 millones y subir los impuestos, aunque no se sepa cuáles ni cómo, ya que dudan si a las grandes empresas, a los que usan gasoil o a los que tienen cuentas en los bancos. Puesto que realmente no tenemos nada más que los problemas anteriores, y ya los tienen enfocados, nuestro presidente, poniendo en valor su doctorado sobre diplomacia comercial, se dio una vuelta por Latinoamérica y ha tratado los problemas bilaterales que tenemos con Colombia (la disputa un pecio que está quitando el sueño a los historiadores navales), Chile, Costa Rica y Bolivia, países que todos juntos no llegan a ser el 4% de nuestras exportaciones. Y como ya tiene resueltos los problemas de España, y ha dejado su impronta tanto en Europa como en Latinoamérica, va a hacer una gira por Canadá y Estados Unidos, para ayudar con su negociación comercial, y parada en la ONU, para enfocar los problemas del mundo.

Con el programa de Gobierno que se está desarrollando, del que las acciones anteriores son la muestra, está claro que ya está casi resuelta la incipiente desaceleración de la economía española (creciendo ya por debajo del 3%) y, desde luego, el paro de 3,5 millones de personas. Como resuelve, si no inmediatamente, en unos meses, los problemas seculares de la educación, el futuro de las pensiones, la desigualdad crónica, la lentitud de la justicia, la situación de los barrios ignorados, el crecimiento del consumo de drogas, la situación de los inmigrantes al otro lado de la frontera de Ceuta y Melilla, los problemas de convivencia en Cataluña, el aumento de las emisiones, la regeneración de nuestra administración, el precio de la luz, la parálisis de Europa o las consecuencias del Brexit, en el que España tiene algo que decir por la frontera con Gibraltar. Mirando las agendas del Gobierno y sus declaraciones públicas, aquí parece que todo está resuelto, que el paro es cosa del pasado, que la corrupción se ha resuelto con un cambio de Gobierno, que Europa vuelve a funcionar, que la inmigración es una cuestión de que nos lleguen 200 millones desde Bruselas o que el tema catalán es solo tener paciencia.

Oyendo los mensajes de nuestro presidente en sus entrevistas y por las escasas declaraciones que hacen sus ministros y ministras, parece que creen que los problemas desaparecen sin más que no nombrarlos, con sacarlos de la agenda. Parece que los problemas de fondo de nuestra sociedad y nuestra economía fueran culpa de Rajoy de tal forma que, desalojado éste del poder, se hubieran resuelto. Parece que el presidente Sánchez cree que gobernar es como hacer la tesis que él hizo, que basta con copiar algunas ideas (esta vez de Zapatero), adornarlas con algunos documentos oficiales, tener padrinos conocidos y buscarse un tribunal de amiguetes.

Lo siento, pero me temo que los problemas que tenemos existen, y que ni España ni los tiempos están para malas tesis, ni para malos doctores.

* Profesor de Política Económica. Universidad Loyola