Un ensayo de Sergio del Molino nos ha hecho conscientes de la existencia de una España vacía, y en nuestro caso de una Andalucía o una Córdoba que parece no existir pero que está ahí si nosotros hacemos el ejercicio de querer verla. Lo que otros llaman Laponia española es el conjunto de territorios deshabitados o con población decreciente como ocurre con la sangria poblacional de nuestra sierra cordobesa. Podemos conocer los datos de población que recientemente se han publicado en este diario y que son descorazonadores. Es un problema que viene de lejos y que no se han tomado las medidas oportunas para al menos atajarlo desde las instituciones públicas como son las Diputaciones provinciales que para esa función existen. Lo que ha conseguido Sergio del Molino es poner en primer término de la agenda política esta problemática tan acuciante que es una verdadera cuestión de Estado. Considera que el concepto de vacía aplicada a la sociología y la demografía es también un estado mental más incluso que un lugar más o menos concreto. Lo que ya ha empezado a surgir con fuerza es todo un movimiento político rural con carácter social que clama a los poderes democráticos que tomen cartas en el asunto, que es de extrema gravedad lo queramos ver o no.

Como ha ocurrido en otros países, yo recuerdo la Francia de los años 80 del siglo pasado, donde muchos jóvenes decidieron vivir en el mundo rural con una muy buena calidad de vida poniéndose de moda los valores del neoruralismo. Aquí todavía es una tendencia incipiente pero que irá a más en los próximos años, que es la mejor forma de paliar en parte el vacío. Pondré un pueblo concreto que aparecía en la encuesta mencionada como es la Villaharta de 665 habitantes, que se encuentra geográficamente en una inmejorable posición a sólo 40 kms de La Capital y a media hora de coche, con el atractivo de un paisaje único, que tiene un atractivo indudable para parejas jóvenes amantes de la tranquilidad y de la naturaleza. Lo que le ocurre a la España vacía es que nunca ha sabido contarse a sí misma sus luces y sus sombras. La que no sabe o no es consciente del enorme valor de sus propias tradiciones o que incluso en nombre de una falsa modernidad mal entendida está dispuesto a destruirlas.

Yo soy de pueblo, y orgulloso de serlo, a la par que ciudadano del mundo. Somos muchos los que de mi generación tuvimos que salir del lugar donde nacimos por razones de estudio o de trabajo. Mis amigos de infancia, unos viven en Barcelona, otros en Valencia, en Mallorca, en Madrid y en Cantabria, es decir que están expatriados de sus orígenes, aunque retornen aunque sea sólo en vacaciones. Pero la conciencia, que siempre es poderosa, nos hace querer que la patria chica no se convierta por desidia de unos y otros en un espacio fantasmal y sin vida, cuando en realidad la vida en el mundo rural contiene muchas posibilidades, pienso también en la tercera edad. La España de pueblo permanece en nuestra memoria aunque hayamos viajado por el ancho mundo o precisamente por eso. Es la hora de reaccionar y hacer reaccionar al poder político y social porque nunca es demasiado tarde. Como los protagonistas de la serie Cuéntame, ya es hora de rehacer la casa y volver al lugar al que siempre estarás ligado por sentimientos y emociones de familiares y amigos. España huele a pueblo, cantaba Benito Moreno, en un mundo rural donde la modernidad ha entrado con fuerza y está para quedarse y hacerlo prosperar.

* Profesor