Vista desde la indigencia o la máxima pobreza la propiedad no tiene pero que ponerle, todo con ella es abundancia y felicidad, pero en la realidad la propiedad tiene muchas veces obligaciones o cargas frecuentemente costosas; la de conservar en ocasiones.

Porque mantener la Mezquita es tarea que conlleva continuas y gravosas inversiones, cuando apenas rendía nada y necesitaba mucho, la Iglesia católica ni insinuaba ser propietaria del monumental edificio. Le era mucho más fácil y práctico extender la mano menesterosa primero a los reyes --¡cuántas peticiones a Alfonso X y sus sucesores!--, luego al Estado y finalmente, desde las autonomías, a la Junta de Andalucía. Penúltimo ejemplo: la restauración de la torre de la Catedral costó a la Junta de Andalucía más de dos millones de euros; lo que hace la Iglesia es cobrar dos a todo el que quiere subir para ver la judería desde arriba.

Pero cuando la Mezquita empezó a ser rentable, a dar para reparar y retener, la Iglesia comenzó a presumir de propietaria y de haberlo sido siempre, lo que es una falacia.

Como la Iglesia católica tiene un gran sentido práctico, aunque su fundador dijera que su reino no es de este mundo, ahora no hay nada ni nadie que la haga aflojar la mano. Porque se resistirá hasta el martirio --a este concepto llegaría a recurrir-- a soltar la titularidad de un bien que rinde, con el turismo civil a la Mezquita, casi un millón de euros al mes, cantidad importante que permite hacer las obras de conservación que nunca costeó y a embolsarse, sin control ni impuestos, un resto muy notable.

No hay diálogo posible con quien no está dispuesto a ceder un ápice. Este es el caso: la Iglesia católica está enrocada; nada ni nadie la moverá un milímetro. Si dictamina una comisión de expertos de indudable categoría en su contra, ella responderá sacando un experto de tercera división, que está a la espera en la sacristía. La Iglesia católica hace referencia a resoluciones judiciales que no existen, pues está más que demostrado que la iglesia no tiene ni un solo papel que la acredite como propietaria de la Mezquita, y remite a los juzgados a donde sabe que será muy difícil llegar a ningún particular, a ninguna corporación. Entre otras cosas por la lentitud y tardanza de los procesos y por el alto importe de las costas judiciales, dado el altísimo valor de la Mezquita, que sería el objeto litigioso. La buena solución pendiente es la que adoptó Francia en 1905: legislar que todos los edificios de culto son de dominio público, propiedad del estado. La catedral de Notre Dame no es propiedad de la iglesia, es del estado francés.

Y todo ello sin perjuicio del culto católico que siempre respetaría el titular de la propiedad. Así lo hizo el estado español después de ser promulgada en España una ley en 1933 equivalente a la francesa. Y así lo hará cuando se promulgue esa ley que tanto necesita esta católica España.

El culto es tuyo pero los ingresos por turismo civil a un monumento musulmán de dominio público español es mío.

* Escritor. Numerario de la Real Academia de Córdoba