Llegáis a los dieciocho con el otoño, entre celebraciones y expectativas, y la satisfacción de quienes hemos alimentado estas semillas. Culmina una etapa de crecimiento, de madurez, de deberes cumplidos, de aprendizajes diarios, de desvelos continuos. Atrás quedaron las meriendas de clase, los uniformes y las celebraciones del colegio, tantas tutorías y boletines de notas, las tardes de academias y conservatorio o los fines de semana recorriendo los estadios de la provincia, esa ropa que se hace pequeña, aquellos miles de cuentos que cada noche improvisé al filo de vuestro descanso, las primeras ferias y salidas nocturnas, o la superación de las inseguridades cuando vamos descubriendo las limitaciones propias y las destrezas ajenas.

Dieciocho años de ternura, que apenas son un instante y una curva, de ese camino que continúa y se abre paso hacia horizontes nuevos, hacia una conciencia que es más plena, más libre, más comprometida. La responsabilidad sustituye a la obediencia, la voluntad al deseo, la existencia del otro se antepone al propio yo.

La vida llama, y lo hace apasionadamente.

¡Qué maravilla llegar hasta aquí y disfrutarlo juntos! A los dieciocho años, y siempre, todo es posible: subir la montaña más alta, alcanzar la meta más difícil, componer una canción, soñar en la bondad de los seres humanos, derribar los muros más escarpados y las injusticias más enquistadas. Espero que los sigáis a tope, sin complejos, sin mirar atrás, sin desaliento posible, sabiendo que nunca camináis solos, que seguimos empujando con toda el alma para seguir alimentando que los sueños se transformen en realidades gozosas y fecundas.

Deciros que no hay rutas establecidas, ni fórmulas mágicas. Que no hay caminos maravillosos, sino caminantes maravillados. Que la felicidad que buscamos está dentro de nosotros mismos, en la satisfacción de una tarea realizada, en una palabra de ánimo a otro, de una ayuda a quien lo necesita. No hay más secretos que vivir honestamente, sin hacer daño a nadie y dando a cada uno lo que le corresponde. Hemos procurado estos años, torpemente y con muchos tropiezos pero con todo el corazón, daros raíces y alas. Raíces para crecer, para que sepáis cuáles son vuestros principios, dónde está vuestro origen, vuestra historia, para discernir lo bueno de lo malo, el premio de todo esfuerzo, la cosecha que sigue a cada siembra. Y alas para que podáis volar alto, con rumbo y con sentido, sin complejos ni miedos, sin servidumbres, y para que podáis abrazar todo lo bueno que sale a vuestro paso. Adelante, siempre. Felicidades.

* Abogado y mediador