El mar. Otro mar. Otro verano. Adiós. Una ola. Otra ola. Viene. Llega. Se extingue. Pero un mañana has encontrado en la playa esa piedra con forma de corazón que la eternidad ha formado para ti. Por fin la has visto. Ha venido moldeándose durante millones de años, desde una montaña, desde un fondo misterioso. Una ola. Otra ola. Murieron muchas esperanzas. Pero la tuya, no. Tus pasos por la playa parecían acabar. Pero ya no volverás a morir. ¡Tanta soledad cuando te despedías del mar cada verano! Y te adentrabas triste en otro nuevo otoño. Los árboles preparan sus hojas para decir adiós. Regresan las nubes del ocaso. Pero tú has encontrado por fin la piedrecita con la forma de tu corazón. Rodaba solitaria por el ir y venir de cada ola. Pero por fin la has visto. Brilla como nueva. Es otro prodigio de la vida. Le limpias la arena. Como no llevas bolsillo en el bañador, cierras muy fuerte la mano para que no se caiga. Ya no se perderá sola entre tantos millones de piedras que ruedan una y otra vez por la inmensidad del mar. Envuelta en el pañuelo con que decías adiós, la llevas en tu maleta. La dejas en una repisa para que no se te olvide nunca más tu amor. Es tu corazón. Habrá muchas piedras así en el mar, pero esta es la tuya; nació para tu pecho. Cada día encontrabas otras piedras, colores, formas, brillos; pero seguías sin nada. Si acaso, te agachabas un momento, cogías una, la mirabas. Era bella, de formas perfectas, de colores mágicos; pero no era tu corazón, el tuyo, el que había sido sacado de una gran roca, pulido con paciencia de siglos, fuera del tiempo, fuera de la muerte, para ti y para nadie más. Por allá en el universo te estaba esperando. Te había elegido para decirte que el amor te aguarda, que, fuera de tanta tormenta, resaca, mentira, oscuridad, te espera y te cobija. ¡Cuántas olas, muertos, noches pasaron sobre tu piedra hasta que se le formó tu corazón! Y dejas atrás la soledad y el sufrimiento. Has llegado a tu tesoro. Que los muertos entierren a los muertos. Galernas, lluvias, inmensas olas que caen sobre tu alma como montañas desoladas, y te golpean, y te destrozan. Pero ha amanecido. Dejas la agonía. La vida está en tus manos, aquí, en el siguiente paso, o más allá, en las estrellas. Sólo consistía en que querías vivir.

* Escritor