Andalucía está de celebración. Medina Azahara (o Madinat al-Zahra, como la llamábamos cuando era estudiante de Historia del Arte) acaba de ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aplausos, abrazos y fotos. Después de tanto desearlo, por fin se ha hecho realidad. Ahora bien, ¿qué celebramos exactamente? ¿Qué va a suponer esta condecoración internacional? Por supuesto, lo primero y más importante es que tal distinción refuerza el orgullo de ser andaluz. Nuestra historia, nuestro patrimonio, son de un valor incuestionable y, ahora, más reconocido aún si cabe. El situar el Conjunto Arqueológico cordobés dentro del mapa del Olimpo global promete tener un efecto llamada, ser un atrayente de visitantes. Éste es, precisa y paradójicamente, el aspecto más controvertido por varias cuestiones. La primera: ¿Córdoba necesita más turistas? En un momento de creciente gentrificación del casco antiguo, que se ha convertido en un escenario inhabitable, perfecto decorado para focos extranjeros y cada vez más desarraigado de lo que un día fue su pueblo, ¿es una buena noticia que vayamos a seguir aumentando exponencialmente el número de visitantes atraídos por la novedad de la declaración de la Unesco? La segunda: Poner el acento en el turismo, ¿no supone otorgar al patrimonio una condición subalterna? Debido a la anecdótica inversión en Cultura que hace el Gobierno de Susana Díaz, las necesidades de conservación, restauración y puesta en valor del patrimonio son muchas y notorias en toda Andalucía, incluso en Medina Azahara. ¿Es buena noticia que en vez de presentarnos un plan estratégico de recuperación del patrimonio, un plan que sitúe a la Cultura como motor indiscutible de la sociedad y la economía andaluzas, se nos hable de cómo aumentar y mejorar la oferta turística? Pan para hoy y hambre para mañana y, de paso, vamos desvirtuando el legado de nuestra historia. Siempre lo hemos dicho: si se pusiera a la Cultura en el centro de las políticas públicas, con sus necesidades y retos como horizonte y prioridad, el turismo vendría por su propio pie, tal es el potencial de nuestro riquísimo patrimonio. Si las intervenciones en una joya de relevancia mundial como es Medina Azahara están motivadas por criterios turísticos, los daños que se pueden llegar a hacer en la ciudad califal y en su investigación podrían ser irreversibles. Si nos moviera, en cambio, la pasión y el respeto escrupuloso por nuestra historia a la vez que, por supuesto (y no me malinterprete el lector o lectora) se ofrecen unas condiciones óptimas de visita al público, estaríamos ante un escenario muy distinto. Puede parecer una delgada línea la que diferencia una opción de la otra, pero creanme que esa línea dibuja un abismo. Es en este punto cuando el PSOE andaluz sale a la defensiva diciendo que si los de Podemos no estamos informados, que si su prioridad absoluta es el patrimonio cultural. ¡Faltaría más! Claro, por eso del 1,76% del presupuesto total que en 2009 se dedicó a Cultura, en 2018 han reducido la inversión al 0,48%. Nos dejan migajas. Y con esas migajas hay que financiar todo el sistema cultural andaluz. Que haya un lugar con exigencias tan elevadas como las que genera ser Patrimonio Mundial supondrá que, inevitablemente, haya que abandonar (aún más si cabe) el ya de por sí maltrecho contexto arqueológico andaluz en su conjunto. Porque la Unesco lo tiene claro: igual que declara, te puede poner en la lista negra de patrimonio en peligro, si no se mantienen las condiciones por las que fue distinguida. Si no, acuérdense de Doñana.

Ahora bien, toda nueva coyuntura es una oportunidad. Solo hacen faltan gobiernos valientes que estén a la altura de las circunstancias. Y la circunstancia sitúa a Andalucía en la primera división del Patrimonio Mundial, no solo de corazón, sino por derecho, con título homologado. ¡Qué mejor momento que éste para dar un giro al timón andaluz! El susanismo ha demostrado su incapacidad para con la Cultura y el Patrimonio. De entre sus grietas se están abriendo paso nuevos espacios para repensarnos. Espacios que pueden y deben saber ver que el hecho de ser Patrimonio de la Humanidad supone una oportunidad para sustituir los fuegos artificiales del socialismo caduco por una Política Cultural con mayúsculas. Quizás sea buen momento para plantear decisiones de futuro, para situar a la Cultura en el centro del modelo productivo andaluz (no en la palabrería del discurso, sino en las decisiones de gobierno), incrementar la inversión pública de manera que se convierta de facto en la gran apuesta de Andalucía, tomar medidas para fomentar un turismo sensato y sostenible en su relación con la sociedad y el patrimonio cultural, entre otras muchas cosas. Quizás sea buen momento para echar a Susana Díaz de San Telmo y que la declaración de Medina Azahara sea positiva para nuestra tierra y nuestra cultura. Quizás, así, algún día cercano podremos llegar a ver restaurado y abierto al público el Salón Rico de la ciudad califal.

* Diputada en el Parlamento andaluz, portavoz de Cultura de Podemos Andalucía