Tras seis años al frente de la Orquesta de Córdoba su director Lorenzo Ramos se despidió del podio con un concierto extraordinario celebrado la primera noche del verano en el Teatro de la Axerquía en el que también participaron el Coro de Ópera Cajasur y cuatro cantantes solistas. En los atriles, la Novena Sinfonía de Beethoven nada menos. El director tuvo que luchar contra un viento inoportuno que agitaba sonoramente las lonas de la estructura y movía las partituras, obligándose a sostener la suya con la mano izquierda durante todo el concierto para que no saliese volando. También se arriesgó a utilizar megafonía para que la Novena llegase en plenitud sonora al público que llenaba el auditorio al aire libre, sacrificando el sonido natural. Aun con esas limitaciones, orquesta, coro y solistas protagonizaron una fiesta musical y recibieron un estimulante baño de masas. Además, tres circunstancias convertían el concierto en especial: dedicarlo a la memoria del gran director español Jesús López Cobos --padre y maestro de Lorenzo-- fallecido el pasado marzo; poner brillante colofón musical al XXV aniversario de la Orquesta, y sellar la despedida de quien la dirigió durante el último sexenio.

Pero lo que podría haber sido una noche memorable para Ramos se saldó con una sensación agridulce, al no corresponder con su presencia en el escenario a la larga ovación que le dedicó el público. Fue la llamativa forma de mostrar su disgusto con Córdoba, pues está dolido con los críticos que tan severamente han enjuiciado en la prensa muchos de sus conciertos, como él mismo lamentó en la dolorida queja publicada en estas páginas el 16 de junio bajo el título ‘Una crítica a los críticos’. Texto amargo para una despedida liberadora tras soportar con estoicismo un acoso implacable que no tuvo en cuenta las adversidades que torpedearon su etapa, principalmente la incertidumbre sobre el futuro de la Orquesta y los consiguientes recortes económicos, piedras en el camino que impidieron ampliar la cuerda, abordar una programación más diversificada o contratar solistas de primer nivel como ocurrió en etapas de bonanza. Así que aun comprendiendo las razones del director, creo que los cordobeses que llenaron La Axerquía y ovacionaron largamente a Orquesta, Coro y solistas no merecieron aquel desaire, dicho sea con respeto a su decisión y desde el afecto personal.

Líbreme Dios de insinuar a los críticos lo que tienen que opinar desde su libertad de pensamiento a partir de la buena formación que se les supone en la materia. Pero estimo que la crítica musical demasiado «exigente» suele reservarse para revistas especializadas y cuando se ejerce en un periódico de información general debería ser informativa y formativa. (¡Qué claros ejemplos de buenos críticos fueron en este periódico Clarión en música y Francisco Zueras en arte!). Pero lo que más me inquieta de esas sistemáticas críticas negativas a nuestra Orquesta es que puedan ser como la gota persistente que enturbie la mente de unos políticos, escasamente melómanos, a la hora de empuñar las tijeras de los malditos recortes. «Si es como dice el crítico, ¿para qué mantenerla?», podrían pensar. Ay, ay, ay.

Terminaré con una pequeña noticia de armonía, por utilizar un término musical. La noche del martes un grupo de melómanos convocados por los Amigos de la Orquesta de Córdoba nos reunimos con Lorenzo Ramos para agradecerle el habernos regalado seis años de buena música al frente de la Orquesta y desearle, de corazón, el mejor futuro musical. Aunque se había convenido que el acto no se denominase «homenaje» ni hubiese discursos, el presidente de dicha asociación, Rafael Mir Jordano, leyó un telegrama ficticio de gratitud y apoyo al maestro Ramos. Y a seguir disfrutando de nuestra Orquesta en la nueva etapa que ahora se abre.

*Periodista