Cuesta tanto trabajo estar al día y llevar al detalle los casos de corrupción del PP, los troncales y los adyacentes, los sonoros y los mudos que se van acallando en la apisonadora del escándalo, que tiene que llegar la Audiencia Nacional para recordarnos lo que ya sabíamos. Teníamos controlado el lodazal, su posible profundidad y la contaminación de los residuos, pero es imposible mantener toda esta información en la retina mientras se multiplican los vertidos. Por eso esta sentencia por el juicio central del caso Gürtel tiene algo de fijación en los conceptos sólidos, en la estructura de una financiación que no eran solamente 10 o 15 casos aislados. Ya la afirmación tiene lo suyo: únicamente 10 o 15 casos serían más que suficientes para hacer autocrítica, frenar en seco y adelantar las elecciones generales. Independientemente de que lo importante no es el número, sino la gravedad de la carga, en un planteamiento decente de la gobernabilidad de un país, ya serían bastantes para cuestionarse la necesidad de renovar el mandato.

A 51 años de cárcel ha sido condenado Francisco Correa por ese tejido empresarial que financió al PP, primero en toda España y después en Valencia. Luis Bárcenas, el extesorero, también ha sido condenado a 33 años de prisión por ocultar a Hacienda esa circulación de comisiones ilegales desde la caja b del partido, que como él dice, no era la caja b, sino la caja del Partido Popular. Estos son los nombres de las personas físicas. A eso hemos estado acostumbrados: a los rostros sujetos a una fotografía de la corrupción. Rostros y nombres tachados de la foto colectiva, como en las fotografías de José María Aznar con sus ministros. Esos hombres y mujeres a los que Mariano Rajoy ha enviado mensajes de ánimo y han terminado cerca de las rejas o desaparecidos de la escena. Eso lo sabíamos: te tachan de la foto y te olvidamos, aunque luego puedas continuar con tus manejos. Como nos ha sucedido con Eduardo Zaplana, el hombre que se partió de risa frente a Pilar Manjón, madre de un chaval de 20 años asesinado el 11-M, durante su declaración en la comisión del Congreso. Sí, casi habíamos olvidado aquellas carcajadas de Eduardo Zaplana. Pero la lentitud divina de los jueces también alcanza al olvido.

Pero en esta sentencia de la Audiencia Nacional hay una novedad. Algo a lo que no estábamos tan hechos, porque no había ocurrido: además de las personas físicas, las presentes y las que puedan llegar más adelante, se ha condenado también al propio Partido Popular por beneficiarse de este «sistema de corrupción institucional». Cómo no recordar ahora aquella frase de Mariano Rajoy en 2009, cuando empezamos a hablar del caso Gürtel: «Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP». Una década más tarde muchos han caído: Francisco Camps -«¡Estamos contigo, Paco!»--, Esperanza Aguirre o Ana Mato, que también ha sido condenada como partícipe a título lucrativo. El asunto, como es sabido, consiste en la adjudicación de contratos públicos con precios inflados a las empresas de Correa para organizar los actos del PP. Así, las sociedades de Correa recibieron 8,4 millones de euros entre 2000 y 2008 y generaron 2,85 millones en su papel de intermediarias entre otras empresas y la Administración. No era una trama contra el PP, ni 10 o 15 casos aislados. La Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional estima que entre 1999 y 2005 el Partido Popular y las empresas de Francisco Correa crearon «un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública central, autonómica y local a través de su estrecha y continua relación con influyentes militantes de dicho partido».

El 26 de julio Mariano Rajoy aseguró ante la Audiencia Nacional que su partido «jamás» había recibido donativos en metálico y negó siete veces ocuparse de asuntos económicos del partido. Ahora, la sentencia de la Audiencia Nacional cuestiona su «credibilidad». Para el presidente del Gobierno ya no es suficiente con escurrirse en un chapoteo de palabras. Y no olvidemos a José María Aznar, que fue el gran jefe durante todo esto. Esta sentencia nos viene en el peor momento, con un nazi al frente de la Generalitat. Pero la verdad no escoge su sentido de la oportunidad. Las gentes honradas del Partido Popular deben dar un paso al frente, deben diferenciarse, si Rajoy no adelanta las elecciones generales. No tanto por su partido, sino por la calidad del aire. Tanta putrefacción no es respirable.

* Escritor