El contenido de este artículo habla de tontos sociales de forma jocosa partiendo de la base de que quedan excluidas del mismo todas aquellas personas que, como consecuencia de alguna entidad nosológica congénita o adquirida, no hayan podido desarrollar su inteligencia, personas por las que siento un profundo respeto.

Muchos eruditos me han precedido en la reflexión sobre la estulticia. El más agudo de todos, a mi juicio, no es otro que el ínclito visionario José Ortega y Gasset, que habitó la casa de Manolete en la Avda. de Cervantes en Córdoba. Ortega otorgaba a los tontos una gran capacidad para no sospecharse unida a una inusitada contumacia y al atributo de no tener poros.

A años luz de la agudeza de Ortega me he permitido establecer una gradación de la estupidez. Hay, a mi juicio, tres grados de tontos de más leve a más grave que todos podemos atribuir a algún personaje público o a algún conocido.

El tonto grado 1 es un tonto que se sabe tonto, un tonto que, parafraseando a Ortega, se sospecha. En buena medida todos somos tontos, yo el primero, porque a muy pocas hipertrofias, quien las tuviese, oponemos múltiples atrofias compensatorias. Este nivel de estulticia es incluso recomendable porque todos somos tontos a poco que nos cambien nuestras referencias, por ejemplo cualquiera de nosotros encontraría serias dificultades en un aeropuerto chino donde no abundasen los carteles en inglés. La gran ventaja de estos tontos leves es que a diferencia de los dos tipos subsiguientes, pueden curarse, al menos parcialmente.

El tonto grado 2 es un tonto que no se sospecha. No se sabe tonto. Yo le llamo el tonto bien intencionado. Este tipo de tonto se cree capaz de resolver problemas de gran calado, incluso a nivel internacional, y no sólo no los resuelve sino que los incrementa. Tienen mano de santo para crear problemas donde no los había, eso sí, toda su contribución a la sociedad se realiza desde la mejor de las intenciones, pero, como se dice popularmente «hay quereres que matan». Como no se saben tontos no buscan ayuda y su mal no tiene remedio.

El tonto grado 3 es el tonto que se cree listo. No solo no se sospecha tonto, se cree fatuamente superior al común de los mortales. Es una actitud con un claro sesgo masculino y abunda entre hombres que ganan dinero como consecuencia de haber aprobado en su juventud una oposición importante o por una posición empresarial de privilegio ganada en buena lid o heredada. Este tipo de tontos, los tontos solemnes, pontifica sobre todos los temas, desde vinos hasta geopolítica con la falsa sensación de seguridad que aporta el vil metal. Al igual que los tontos tipo 2, su mal no tiene cura, cuanto más dinero ganan, más tontos son y como suelen rodearse de aduladores, su capacidad de autocrítica brilla por su ausencia. H.

*Médico