En un país del primer mundo Cristina Cifuentes hubiera dimitido ya o su partido la hubiera cesado fulminantemente. El periscope diciendo retadora, «aquí estoy y aquí me pienso quedar» es inaceptable. El político que cree tener un puesto de trabajo se equivoca de pleno. La sarta de mentiras sobre su máster no tiene por dónde cogerse. Aferrarse a un acta probablemente fraudulenta y no encontrar el trabajo de fin de máster, no haber asistido a las clases presenciales obligatorias, no haber sido vista en ningún examen por ningún compañero, haberse matriculado tarde..., ponen en tela de juicio no sólo a la alumna Cifuentes sino a la Universidad Juan Carlos I y, por ende, a la Universidad pública española, herida de muerte desde que los catedráticos del tardofranquismo fueron relevados por sus hijos y discípulos que, salvo honrosas excepciones, nunca alcanzaron el nivel de sus ancestros biológicos o académicos.

Soy un antifranquista declarado pero no dejo de reconocer que en los sesenta y principios de los setenta la meritocracia regía en las Oposiciones a Cátedra; es cierto que dependiendo de la escuela predominante en el Tribunal los opositandos de la otra escuela no tenían opciones pero los aspirantes de la escuela agraciada competían en buena lid.

Lo de ahora, en comparación, es un escándalo, muchos políticos e hijos de catedráticos han conseguido licenciaturas y másteres de manera espuria y lo de Cifuentes no es más que la punta del iceberg.

La miríada de másteres que nos asola debería replantearse. Solo algunas escuelas de negocio de reconocido prestigio como Esade e IESE, entre otras, y algunas universidades, que han mantenido el nivel, expiden títulos con valor real. Aunque apareciera un trabajo de fin de carrera a última hora, el conjunto de irregularidades de su máster de recomendada la inhabilitan para que los ciudadanos depositen en ella su confianza.

Las torpes declaraciones de su tutor en el máster amparándose en la Ley de Protección de Datos no hacen sino acusarla más. Que a Mariano Rajoy y al portavoz del PP les parezcan convincentes las explicaciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid da mucho que pensar. He sido testigo directo e indirecto de catedráticos exigiendo e intercambiando notas para sus hijos a los que convirtieron en apestados para el resto de compañeros; sus currículos, a diferencia de los que se consiguieron con el esfuerzo, no valen nada.

Lo de Cifuentes no deja de ser un ejemplo más de prevaricación académica, un mal endémico y secular de nuestra Universidad. Ciudadanos hace mal en no apoyar la moción de censura. Desconfío de las comisiones de investigación. Si Ciudadanos está verdaderamente en contra de la corrupción tiene que actuar expeditivamente, si no corre el riesgo de ser considerado la marca blanca del PP.

* Médico