La coincidencia prolongada en el tiempo con ciertas personas y sus circunstancias, es con frecuencia una fuente inagotable de argumentos que invitan al análisis, la reflexión y ofrecen, por qué no, una oportunidad para el aprendizaje.

En estos días estoy inmerso en un nuevo proceso de despedida, tiempo siempre cargado de intensidad, en el que sentimientos y emociones reenfocan, al tiempo que colorean, momentos únicos e irremplazables compartidos con pacientes y familiares, y por qué no, hasta mi propia y limitada percepción de la realidad.

En esta ocasión ha llamado poderosamente mi atención una variedad singular de «ser humano» que, por sus características y comportamientos, en un hábitat marcado por la enfermedad, es el principal motivo de estas líneas. Por más que trato de racionalizar su comportamiento, no me deja de sorprender de qué manera tan natural y alejado en su intención de buscar un sentido profundo a su existencia, aprende magistralmente a relacionarse e interaccionar con los asuntos de la vida, mostrando la mejor cara de un estoicismo llevado a la práctica y contemporáneo.

Con una habilidad fuera de lo común, muestra una capacidad inusual para descubrir y aprovechar situaciones y experiencias como oportunidad única para su evolución hacia algo mejor. Si pudiéramos realizar en estas personas una minuciosa disección de su comportamiento, veríamos que se afanan en convertir las debilidades en fortalezas, en inexplorados puntos de partida y las amenazas y adversidades que se les presentan en oportunidades para mejorar. Así, frente a una realidad, la enfermedad, que pudiera dibujársenos al resto de los mortales como un golpe fatal de mala suerte que siembra el caos vital y ante el cual poco o nada podemos hacer, estos seres extraordinarios perciben un universo regido por leyes perfectas en el que nada ocurre al azar, en el que el error o la circunstancia adversa es una ocasión singular para el aprendizaje, el crecimiento, para la evolución en el conocimiento de sí mismos.

Dotados de una fértil humildad, te muestran de una manera sencilla la «injusticia», no como un motivo de conflicto moralista, en el que hay buenos y malos, sino como la consecuencia de circunstancias ante las que solo cabe el autoexamen y la conversión, porque no es estéril conformismo lo que les invade, sino lucha vital pero de horizontes más amplios que los nuestros, con «luces largas», tan necesarias para no perder el rumbo y ver con claridad...

Esencialmente son agradecidos y confiados. Entienden con gratitud, que su camino, su destino, es un proceso pedagógico sin incertidumbres, en el que son protagonistas de todo lo que les sucede. Son generosos, llegan a comprender que su misión es dar respetuosamente algo de lo aprendido en el camino; aun mejor, con frecuencia lo dan todo, porque entendieron que nada tenían que no se les hubiera dado antes...

Una variedad poco frecuente de personas que destaca por haber desarrollado un gusto especial por el camino, aun pedregoso, con independencia de cuál sea el destino. No pasan de puntillas por la vida porque tienen un deseo insaciable de no desaprovecharla ni un solo instante, de amarla «tal y como es»...

* Oncólogo médico