Ramón Jáuregui se va; deja la política. A sus casi 70 años podría hacerlo por muchos motivos lógicos. O quizá por uno: tener la conciencia de que lo ha dado todo por su partido; el PSOE de toda la vida y no tener más que ofrecer. Aquel partido socialista donde él y otros muchos bebieron los vientos de la democracia como instrumento de un socialismo de centroizquierda. Aquellos primeros y jóvenes socialistas que serían los artífices de nuestra democracia tenían un fundamento básico: la igualdad de todos los ciudadanos; aunque eso sí en democracia y con los resortes de ésta y bajo el paraguas de la Constitución del 78. La España que ahora disfrutamos y sus valores constitucionales fue lo que este veterano, antes joven socialista, junto a otros tantos, soñó como concepto e idea de patria española. Ahora Jáuregui se marcha de la política activa con la conciencia tranquila de que aquella España que él y otros muchos soñaron, no solo socialistas, sino del resto de demócratas de otros signos políticos, está en marcha. Aunque un demócrata que ama a su partido y a su país nunca se da por satisfecho en ese noble arte de la política de cambiar la realidad de las personas a mejor. A Ramón Jáuregui aún no le tocaba irse de la política; como quizá tampoco le tocaba a Alfredo Pérez Rubalcaba, José María Maravall, Valeriano Gómez o de barones territoriales como José Bono o Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Pero aquel PSOE donde estos históricos y otros que todos conocemos sobradamente tejían el proyecto sólido de un partido socialista llamado a gobernar a todos los españoles bajo el constitucionalismo sin ambages, sucumbe a algo que ningún socialista hubiera imaginado: el personalismo de un miembro del partido erigido no desde la ideología, sino del oportunismo mediático. Ahora las siglas suenan más a Pedro Sánchez Obrero y Español, esto es, PSOE. Los demás que no comulgue con esto quedan fuera. Entre ellos Jáuregui.

* Mediador y coach