Dados los resultados de las elecciones en Cataluña, los partidos no tendrán más remedio que sentarse a negociar, pero antes tendrán que aprender a dialogar. Pero ¿sabrán los partidos dialogar, o será su diálogo un mero conjunto de monólogos inconexos, más parecido a una caja de grillos? Quizás les convendría, antes de reunirse, leer el primer gran clásico de la lengua catalana, El Libro del gentil y los tres Sabios escrito en el siglo XII por el filosofo-teólogo-místico y poeta mallorquín Ramón Llull (1232-1325), en el que expone un modelo ideal de diálogo.

«Tres sabios se encontraron a la salida de cierta ciudad, uno era judío, otro cristiano y otro sarraceno y al verse, se recibieron gratamente con un saludo mutuo, preguntándose unos a otros sobre su estado y su salud y sobre lo que querían hacer». Este es el principio esencial de un buen diálogo, el encuentro respetuoso y amistoso de los que van a dialogar. Si se encuentran con desconfianza como «víctimas y verdugos», llamándose «fachas» «carcas», «nazis», «dictadores», «incultos» y otras lindezas parecidas, difícilmente podrán iniciar un diálogo y llegar a un acuerdo fructífero. «Y terminados los saludos, los tres sabios se pusieron de acuerdo en ir a un lugar apartado, cerca de una fuente cuya agua regaba cinco árboles llenos de signos misteriosos». Nuestros partidos dialogantes han de ir a un lugar apartado, lejos del ruido de la calle, para poder empezar a pensar y descubrir el verdadero significado de los signos de los tiempos.

Estando platicando amigablemente, «se acercó a la fuente una mujer de admirable hermosura y aspecto, montando un hermosísimo palafrén, que se presentó como la Inteligencia. Al oír esto, los tres sabios saludaron a la señora con humildad y le suplicaron que les explicase el significado de los misteriosos signos de los cinco árboles». A lo que accedió ella con mucha amabilidad, y terminada la explicación, se marchó, dejando a los sabios reflexionando sobre lo «maravilloso que sería si pudiésemos vivir en un mundo con una sola ley y una sola fe de forma que no existiese rencor ni odio entre los hombres». Y llegaron a la conclusión de que «Ya que no podemos llegar a un acuerdo a través de las autoridades, podríamos intentar ponernos de acuerdo con razones demostrativas y necesarias». Los tres sabios querían encontrar unos principios racionales comunes para poder empezar a dialogar, así los partidos catalanes han de llegar a un acuerdo sobre el significado de los conceptos comunes que usan: «justicia», «igualdad», «solidaridad», «democracia», «separación de poderes», «responsabilidad penal», «nación», «pobreza», «clase», «casta», etc., de lo contrario el diálogo será un diálogo de sordos, usando los mismos términos para cosas muy distintas.

«Mientras los sabios estaban hablando sobre estas cosas, llegó de entre los árboles un gentil como aturdido, enfermo, sin color en el rostro y demacrado por el esfuerzo de sus pensamientos buscando respuestas a los múltiples problemas que le acechaban en la vida. Al ver su estado de confusión los tres sabios decidieron ayudarle». El gentil de la historia es el pueblo llano que, confuso, pide respuestas a los partidos, para sus problemas de la vida real. Y estando de acuerdo en querer ayudarle, «cada uno de los sabios honró al otro dándole el honor de ser el primero en hablar». Pero, al ir a empezar sus exposiciones, el gentil puso una condición al debate: «que no se interrumpan el uno al otro, que él solo pondrá las preguntas pertinentes para aclarar cualquier punto, pues si todos hablan a la vez se creará tal confusión que no se entenderá nada». Y aceptadas estas reglas de procedimiento, cada uno de los sabios empezó a exponer metódica y claramente su punto de vista, siguiendo la doctrina y las reglas que les había enseñado la Dama Inteligencia. Es esencial que los partidos dialogantes de Cataluña expongan al pueblo claramente sus programas.

Oídas las sabias palabras de los tres sabios, «el gentil les preguntó cuál debía de ser, de las tres expuestas, la ley que él debía elegir, para podérsela explicar a sus amigos», pero los tres sabios se negaron a decírselo «puesto que cada uno tiene su propia convicción para elegir su ley, no queremos saber qué ley quieres elegir tú. Nosotros queremos seguir buscando la Verdad, y si tú nos dices abiertamente la ley que eliges no tendríamos tan buena materia para seguir buscando por nuestra cuenta la Verdad». Las tres posturas: referéndum constitucional, reforma del Estatuto o permanencia del status quo, son solo caminos para alcanzar el objetivo común de una sociedad catalana más humana, y esto lo ha de decidir el pueblo, y los partidos, aprendiendo de sus errores pasados, han de seguir buscando la mejor manera de hacerlo.

«Terminadas sus exposiciones, los tres sabios, con felicitaciones y de forma muy agradable, se despidieron, y cada uno pidió perdón a los otros por si en algún momento había pronunciado alguna palabra descortés contra sus leyes, y se perdonaron mutuamente».

* Profesor