Victoria histórica de la constitucionalista Inés Arrimadas de Ciudadanos en las elecciones catalanas, convocadas bajo el amparo del artículo 155 de la Constitución, aplicado para restablecer la legalidad en esa comunidad. Pero una victoria tan histórica como estéril. Los partidos independentistas, bajo las siglas Junts per Catalunya, ERC y la CUP, han logrado mantener por los pelos la mayoría absoluta en el parlamento catalán. Pierden votos, pierden escaños, pero siguen con todas las opciones para gobernar. Son un bloque de hormigón armado, cuyos fieles están ahora mismo hiperventilados y eufóricos por este triunfo. Para ellos se trata de una victoria frente a Goliat, frente a lo que consideran demagógicamente la represión injusta del Estado español, frente a la indiferencia internacional, frente al pavor económico de miles de empresas y frente al temor de nuevo de más de la mitad de los catalanes. Más incluso que ellos, que han ganado. Una vez que se serenen tendrán que pensar en qué gobierno son capaces de formar, teniendo en cuenta que no pueden contar con sus principales dirigentes, que estarán rindiendo cuentas a la Justicia o haciendo turismo por Bruselas. ¿Podrán digerir los militantes de ERC que la lista de Junts per Catalunya les haya haya superado, mientras su líder, Oriol Junqueras, está recluido en una cárcel reflexionando y rezando, y su inesperado "rival-amigo" Puigdemont, que protagonizó una fuga extravagante, se pasea por los parques de la capital belga, va a la ópera y ve partidos de fútbol de su querido Girona en un bar comiendo patatas fritas? ¿Se dejarán arrastrar en el actual estado de ardor independentista por la CUP para seguir adelante por métodos ilegales hacia la imaginaria república, pese a que habían eliminado la vía unilateral, tal cual, de sus programas?

Se abren muchos interrogantes, entre ellos saber también si la debacle del PP en Cataluña, de once a cuatro diputados, le pasará factura a Mariano Rajoy. Pese al triunfo raspado de los soberanistas en escaños, es complicado que esos partidos vuelvan a las andadas de saltarse de nuevo la legalidad del Estatuto y de la Constitución, porque entre ellos mismos --y así lo confiesan-- hay mucha fatiga y cansancio por el dichoso procés, aunque ahora hayan recibido una gran inyección de moral. Y los resultados electorales, que no se engañen, no exime a nadie de responsabilidades judiciales. Por eso, una vez que se les pase el entusiasmo desenfrenado de estas elecciones, y si son inteligentes y generosos, deberán pensar en gobernar para todos los catalanes, para una sociedad que ellos mismos han fracturado grave e irresponsablemente. A los gobernantes se les juzga por su gestión en mejorar de vida de los ciudadanos. Y estos ultimos meses han sido un auténtico desastre económico y social para una de las comunidades más prósperas de España. Que defiendan sus ideas independentistas, pero dentro de la ley, tal como les ha sugerido el Tribunal Constitucional. Que ofrezcan diálogo de verdad, que dejen de mentir, aunque sean creídos ciegamente por sus feligreses... y que alguien al otro lado del teléfono escuche para, entre todos, reconducir una situación política que sin tolerancia, imaginación y lealtad nos lleva a la inestabilidad y a la incertidumbre. El futuro sigue siendo incierto.