El interés por la financiación autonómica vasca ha vuelto, y además con más fuerza que nunca impulsada por el gran lio catalán. Hace unos días era aprobado por distintas fuerzas gubernamentales, con PP y PSOE a la cabeza, el Cupo vasco, que de nuevo ha beneficiado a dicha comunidad autónoma, lo que le ha permitido bajar de forma inmediata el Impuesto sobre Sociedades. Algo que muchos han visto como una especie de competencia desleal hacia el resto de regiones, pero... ¿Qué es el Cupo vasco? y ¿en qué sentido les beneficia?

En España, existen dos formas de financiación de las CCAA: la Lofca, es decir, la Ley Orgánica de Financiación Autonómica, y el sistema de concierto del País Vasco (en Navarra existe un sistema similar de convenio). A la primera ya hice referencia en un artículo sobre la financiación de la sanidad. Básicamente consiste en que cada comunidad gestiona íntegramente una serie de tributos cedidos, y para completar su financiación recibe dinero del Estado Central mediante el Fondo de Garantía de Servicios Públicos Fundamentales, dotado por CCAA (75%) y Estado central (25%) y que se reparte en función de criterios poblacionales principalmente, y de otros tres Fondos más, dotados exclusivamente con recursos del Estado. En cambio, el sistema de concierto permite fijar y recaudar por parte de la administración autonómica el conjunto de todos los tributos a sus ciudadanos, fijándose una transferencia de esta región al Estado central que se calcula como el 6,24% de los gastos derivados de las competencias no cedidas, como Defensa, Casa Real, representación exterior, mantenimiento de Congreso y Senado, e infraestructuras; a lo que luego se le aplican una serie de descuentos. Así, las claves de la discordia de todo el asunto son tres fundamentalmente: el País Vasco no contribuye en función de sus ingresos, no aporta recursos a la equidad interterritorial al no incluirse en el cálculo y los recursos de los que dispone por habitante son superiores a los que permite la Lofca (según varios estudios).

Desde ámbitos como el político, también el económico, se están produciendo dos posiciones contrapuestas. Por una parte, están aquellos a los que el Cupo vasco les parece un privilegio abogando por su desaparición. De este modo, País Vasco y Navarra entrarían en la Lofca, debiéndose fijar nuevas reglas del juego, pero siempre con una aportación de recursos desde el Estado hacia las CCAA. Obviamente, esto vendría acompañado de la eliminación de algunas administraciones públicas paralelas, no creo que se produjera la recentralización de competencia cedidas, por lo que la igualdad real entre los ciudadanos españoles seguiría siendo algo ficticia. Ahora bien, las regiones más ricas no estarían satisfechas con el dinero recibido, y se perpetuaría lo que ya se empieza a llamar el «efecto donación» de las regiones con más renta per cápita hacia las que menos, afirmándose que después de 40 años si no se ha producido convergencia en renta ya no puede denominarse solidaridad interterritorial. Igualmente, se perpetuaría el victimismo catalán, y se acentuarían los deseos independentistas vascos, como poco. Por otro lado, están aquellos que quieren extender el Cupo vasco al resto de CCAA y que estas gestionen no solo gastos sino también ingresos. Si esto ocurre, el Estado central quebraría, a no ser que se modificara la forma de cálculo de dicho cupo. Aquí sí que se produciría una desigualdad de todos los españoles, tanto auto provocada como sobrevenida, es decir, las regiones con gestores más eficientes saldrían beneficiadas frente a las que no (en las que no entramos los andaluces de lleno) pero también saldrían beneficiadas aquellas que han recibido más del Estado central, lo que les ha permitido desarrollarse más.

Sin duda, difícil elección, personalmente lo tendría claro, no me convence que España vuelva a ser un reino de taifas.

* Profesora de Economía. Universidad Loyola Andalucía @msalazarord