¡Córdoba!, romero y jara recogida con manos tiznadas, en apriscos que custodian caracolas.

¡Córdoba!, la del jabón de aceite y sosa. De leyendas de ajuares sin usar en arcones de promesas rotas y lentejuelas que brillan cual constelaciones en crisol de sol y sombra.

¡Córdoba!, niña vestida de azahar, que se hace mujer embelleciendo primaveras, al frescor claroscuro de las alas de San Rafael.

¡Córdoba!, callejas donde la brisa mece aromas a jazmín, como la enamorada deja volar los encajes de su virginal pañuelo, entre madreselvas que graban en el oculto idioma de abanicos de cal, te espero... ¡Córdoba!, palomas de filigrana expresan en un manuscrito el cantar de la fuente, rubricada por la esencia de los siglos, de unos ojos negros.