Los 305 hombres, mujeres y niños vilmente asesinados por unos fanáticos que mancillan el nombre del único Dios «Clemente y Misericordioso» para justificar su horrible crimen, pueden considerarse, aun desde el punto de vista católico, como verdaderos santos mártires. Estos cientos de personas sencillas de la pequeña aldea de Bir el Abed, en Egipto, lo mismo que el numeroso grupos de españoles asesinatos en nuestra guerra civil, recientemente canonizados, no habían cometido otro «crimen» que el de mostrar abiertamente, en su forma específica sufí, su fe islámica en el mismo único Dios que el de los mártires españoles, al que ellos, sin embargo, conocen con el nombre de Al-lah.

Y ¿qué es esta forma sufí del Islam? No existe una organización sufí, ni unas reglas sufíes, ni unos dogmas sufíes, ni unos lugares especiales de culto sufí, ni ritos de purificación sufíes. El Sufismo es, simplemente, el Islam místico. El sufí, aceptando los pilares fundamentales del Islam: fe, oración, caridad y ayuno, busca, no a través de un razonamiento humano sino por medio de una experiencia mística vital, la Verdad Absoluta, Al-la, «el Dios único, pues no hay otro Dios que no sea Él, el Clemente y Misericordioso» (C.2/164), presente en todas las cosas: «En la creación de cielo y la tierra y en la sucesión de la noche y el día, y en los barcos que surcan los mares... y en el agua que Al-la hace descender del cielo... En todo ello hay Signos (de la presencia de Al-la) para las gentes que comprenden» (C.2/165).

Para el sufí, el camino a seguir para comprender este misterio de la omnipresencia de Dios es doble: el recuerdo constante de Al-la, encendiendo así la llama del amor de Dios hacia el hombre y del hombre hacia Dios, lo que le permite llegar al objetivo final de la unión mística del individuo con el Señor. El Corán repite una y otra vez la necesidad de tener presente el recuerdo de Al-la: Recuerda a tu Señor más y más, y glorifícale al atardecer y al alba (C.3.42), de día y de noche (C.76/4), de pie, sentado o acostado (C.4/104). Recuerda al Señor cuando lo hayas olvidado (C.18/25), conságrate a Él totalmente (C.73/9) y así prosperarás (C.62/10). El fruto de esta búsqueda continua del Señor es el Amor que surge que hace que Al-la atraiga al pueblo que Él ama, y que le ama a Él (C.5/55).

Como dice un autor desconocido:

«Quien me busca me encontrará/ Quien me encuentre me conocerá/ Quien me conozca me amará/Quien me ama sentirá amor por mi/ A quien me ame intensamente / Yo también lo amaré intensamente».

Conociendo un poco este extraordinario movimiento minoritario islámico del Sufismo que busca, por encima de reglas de conducta y preceptos legales, la unión mística amorosa con Al-lah, y es muy distinto al Islam de la mayoría del mundo musulmán, se podrá comprender por qué los fanáticos del Daesh consideran a sus seguidores como heréticos merecedores de la muerte. Pero también nos puede servir para ver la terrible injusticia que se comete al identificar a todos los casi dos mil millones de musulmanes del mundo con los asesinos del llamado nuevo Estado Islámico. El conocimiento del sufismo también nos puede servir para ver cómo la creciente islamofobia es fruto o bien de una ignorancia supina de lo qué es realmente el Islam en sus diversas formas, o de una culpable pereza intelectual que prefiere admitir, sin molestarse en analizarlos, los falsos estereotipos sobre lo qué realmente es esta religión. El cruel asesinato de estos cientos de hermanos nuestros musulmanes sufíes ¡ojalá! nos sirva para ser más justos en nuestros juicios sobre el Islam, y podamos sentirnos más cerca de sus fieles. Y confiemos en que los sufíes sabrán aplicar el mandamiento del Corán: «que la enemistad de un pueblo, que os puso trabas para entrar en la Mezquita no os incite a transgredir. Más bien ayudaos mutuamente en justicia y piedad, pero no en pecado y transgresión» (C.5/3).

* Profesor