El modelo social europeo, concretado en el Estado de Bienestar (EB), es uno de los rasgos que mejor definen a la Europa contemporánea y que más se admira de ella. Europa perdería el impulso identitario que necesita para avanzar en el proceso de construcción de la Unión, hoy tan debilitado, si ese modelo despareciera o fuera gravemente erosionado. Europa dejaría de ser lo que es si eso sucediera.

No obstante, se habla con frecuencia de las dificultades para hacer sostenible el EB. En muchos países se ha vivido estos últimos años un deterioro importante del mismo por los recortes del gasto social, que ha hecho cundir la incertidumbre sobre su futuro.

El debate tiene más de cuarenta años. Empezó con la primera crisis del petróleo de 1973 y se ha intensificado con cada nueva crisis, la de 1993 y sobre todo esta última. Los problemas económicos que han originado han servido para justificar políticas de ajuste de las economías, a la vez que se han producido otros cambios: la política económica dominante ha cambiado del modelo keynesiano, que estaba en el origen del EB, al modelo neoliberal y ha disminuido la autonomía de los estados para gestionar sus políticas económicas y sociales. Como consecuencia se ha resquebrajado el pacto político, económico y social que tras la II Guerra Mundial dio lugar al Estado de Bienestar.

Pese a esto, la evolución del EB en los últimos años permite afirmar que sigue siendo una seña de identidad europea firme aunque deteriorada. Según los últimos datos de Eurostat, de 2010 a 2014, la proporción del PIB que dedican los países de la eurozona al gasto social (sanidad, pensiones y tercera edad, desempleo, familia e infancia, discapacidad, vivienda y exclusión social) ha permanecido estable, pasando del 27,8% al 28,4%. En 2014, esa proporción era bastante más alta que la de otros países como EEUU (18,8%), Canadá (16,8%) o Australia (18,7%), por citar algunos ejemplos relevantes. El gasto social por habitante pasó en los mismos años de 7.918 a 8.070 euros.

Todavía, el gasto social varía mucho entre países. España siempre ha estado por debajo de la media europea. En esos años ha pasado del 24,2% al 25,3% del PIB y el gasto por habitante ha bajado de 5.605 € a 5.305 €. Bastante por debajo de países como Alemania (9.445€), Francia (10.074€), Italia (7.750€) o el Reino Unido (8.263€). Además, aquí se han notado más los recortes. El gasto en sanidad bajó entre esos mismos años en unos 8.200 millones de euros; en familia e infancia bajó en algo más de 2.000 millones; en vivienda bajó en 1.200 millones. Sin embargo, en pensiones y tercera edad subió en unos 13.500 millones de euros; en desempleo subió algo más de 7.700 millones; en exclusión social subió poco más de 300 millones. El balance entre reducciones y aumento del gasto es negativo, con repercusión inevitable en la deuda y en el déficit público

Estas cifras indican que el EB tiene tensiones económicas que requieren de ajustes, pero no que haya que abandonar la idea de seguir manteniéndolo como seña de identidad. Pero además de las cifras está la opinión ciudadana, que lo apoya mayoritariamente.

Hay cambios que se han acelerado en los últimos años, que plantean nuevos retos al EB. Muchos de ellos están generando más problemas de precariedad laboral, desigualdad y pobreza. Otros en cambio abren ventanas de oportunidad para resolverlos. Se trata de cambios como: el proceso de globalización; las innovaciones tecnológicas en comunicaciones, robótica, inteligencia artificial, medicina y otros; la demanda de nuevas habilidades para el trabajo (conocimientos especializados de nivel alto, adaptabilidad, creatividad, flexibilidad, liderazgo, aprendizaje continuo...), la desaparición del modelo de empleo estable y duradero; el envejecimiento de la población; la influencia de corporaciones empresariales transnacionales y de los mercados financieros en la conformación de la economía mundial y de las economías nacionales; las innovaciones sociales en el ámbito de la economía colaborativa, solidaria y social.

Entre los analistas, especialmente entre los que apoyamos el sostenimiento del EB, hay un amplio consenso sobre la necesidad de revisarlo y renovarlo, teniendo en cuenta la experiencia del pasado y los nuevos retos. Los temas importantes que habría que incluir en esa revisión serían, entre otros, los siguientes. La educación, para universalizar y perfeccionar la preescolar, para adaptar el sistema educativo a los cambios señalados y para evitar brechas entre una educación de elite costosa, principalmente privada, y otra de menor exigencia accesible a la mayoría. La ampliación paulatina de la financiación del EB a través de los impuestos y de los prepuestos del Estado, reduciendo su dependencia del sistema de cotización. La incorporación de una renta de ciudadanía como sistema de garantía de renta para quienes no puedan obtenerla del trabajo o ésta sea insuficiente. El perfeccionamiento del sistema de prestaciones en todos los ámbitos. Reconocer mejor al tercer sector de acción social como actor relevante del EB.

Pero sobre todo, es imprescindible la recuperación y renovación del pacto social por el bienestar, que incorpore esos temas en el contexto de otras reformas como la fiscal y la de relaciones laborales, partes complementarias del mismo. El conseguirlo va a depender de la voz y el voto de la ciudadanía, porque esta es una cuestión esencialmente y en el mejor sentido política.

* Instituto de Estudios Sociales Avanzados